Vigilemos nuestro corazón para que la «hierba mala» no eche raíces

Vigilemos nuestro corazón para que la «hierba mala» no eche raíces

Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie).

Nuestro Creador se complace en mirar al hombre y a la mujer, se complace en contemplar la obra de sus manos. Él nos envía al mundo, como signo de la «nueva alianza», para que su bondad, su amor, su misericordia se manifiesten a la humanidad entera.

La obra maestra de Dios es haber creado al género humano, imprimiendo su imagen, dándole su esencia divina que es «relación»: haciéndose visible -como «capacidad primordial» del hombre y de la mujer de estar en comunión- para que podamos comprender el misterio de Dios presente en cada criatura y que, para nosotros, los esposos, se convierte en capacidad de amar al otro totalmente.

Esta es la «buena semilla» a cuidar. Esta es la verdadera misión que Dios nos ha confiado y en la que participamos todos los días como esposos y esposas, hechos «uno» en Cristo. Ciertamente no siempre es fácil. Alguien, justo cuando menos lo esperamos, podría estar allí dispuesto a «sembrar la cizaña» en nuestra vida conyugal; y por eso es necesario vigilar nuestro corazón para que la «hierba mala» no eche raíces. De hecho, cada vez que pretendemos cambiar al otro, tal vez juzgándolo con dureza, dejando en él sentimientos de rencor, de venganza, estamos abonando la mala semilla, estamos permitiendo a la cizaña crecer en el jardín de nuestra relación de pareja.

Desgraciadamente sucede que, no pocas veces, para erradicar lo que no nos gusta, nos improvisamos «segadores», comprometiendo toda la cosecha, nuestra vida en común. Por eso el Señor nos da tiempo, este tiempo, y espera a quitar la cizaña pues “no sea que al arrancar la cizaña”, se arranque «también el trigo».

Cuidémonos el uno al otro, orando juntos en nuestro tiempo de pareja, custodiando nuestro hermoso jardín, aprovechando, por qué no, justo este tiempo de vacaciones.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 13, 24-43.
𝘋𝘦𝘫𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘳𝘦𝘻𝘤𝘢𝘯 𝘫𝘶𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘴𝘦𝘤𝘩𝘢.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: «El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: «Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?» El amo les respondió: «De seguro lo hizo un enemigo mío». Ellos le dijeron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él les contestó: «No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero»».
Luego les propuso esta otra parábola: «El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas».
Les dijo también otra parábola: «El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar».
Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo».
Jesús les contestó: «El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor.

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