Dios nos llama a la felicidad, porque nos introduce en la experiencia trinitaria del amor

«El amor no es un sentimiento pasajero, sino una conquista diaria»

Por: Filippa y Gino Passarello (Alleanza di famiglie)

En este último domingo del año litúrgico, en el que la Iglesia celebra la solemnidad de Cristo Rey, la Palabra de Dios nos propone el discurso de Jesús sobre el juicio final. El único criterio en el juicio será la caridad, serán los gestos de amor, de acogida y de servicio que hayamos sabido aplicar, que darán valor a nuestra vida, que hablarán de nosotros y de nuestra fe. La bendición y la bienaventuranza de Dios no son sólo las recompensas que nos esperan al final de la vida sino las recompensas del amor ya aquí y ahora.

Cuando nos da el don del sacramento del matrimonio, Dios nos llama a la felicidad, porque nos introduce en la experiencia trinitaria del amor, que se convierte en don, en compartir y en servicio a los demás. La familia es el campo de entrenamiento en el que aprendemos que el amor no es un sentimiento pasajero sino una conquista diaria, nunca dada de antemano; un camino hecho de voluntad, de elección, de responsabilidad, a menudo de esfuerzo, y siempre de fidelidad a una vocación. Hoy Jesús nos recuerda que cualquier cosa que le hayamos hecho al más pequeño se la hemos hecho a Él, y el más pequeño, el más pobre es el que no recibe amor, porque el amor da dignidad y sabor a la vida. El verdadero amor promueve, acoge, cura las heridas de los demás, perdona, resucita.

Nuestro cónyuge es el «sacramento» de Jesús. Él es a quien amamos, acogemos y servimos en nuestro cónyuge. Él es a quien reconocemos y contemplamos en su rostro, aunque esté marcado por limitaciones y fragilidades. El evangelio de hoy nos invita a estar vigilantes porque es frecuente el riesgo de cuidar la exterioridad mientras la comunión conyugal se disuelve lentamente bajo el peso de la costumbre y de la falta de cuidado para cambiar el amor por la pretensión y el servicio por el incumplimiento. Sólo la escucha de la Palabra, la Eucaristía y la oración diaria pueden custodiar el don recibido, incluso cuando llega la noche y las pruebas debilitan nuestra voluntad. Si no se alimenta, el amor se apaga, y con él también la luz que, como esposos, estamos llamados a llevar al mundo, donde tantas familias hambrientas, desnudas y encarceladas esperan ser alimentadas con el pan de la caridad, vestidas con el hábito de la esperanza y liberadas con el anuncio del «evangelio» del matrimonio. Nos conforta la certeza de que Jesús, el Buen Pastor, no nos deja solos en los días nublados y sombríos. Nada se pierde si Él está con nosotros. Él venda nuestras heridas y nos lleva siempre a un lugar seguro.

EVANGELIO
Mt 25, 31-46
𝘚𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳á 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘵𝘳𝘰𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘨𝘭𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘺 𝘢𝘱𝘢𝘳𝘵𝘢𝘳á 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’. Entonces dirá también a los de la izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’. Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
Palabra del Señor.

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