Por: Filippa y Gino Passarello (Alleanza di famiglie)
Después de la multiplicación de los panes, Jesús manda a los discípulos subir a la barca y adelantárse a la otra orilla, mientras él se retira a orar. Sin embargo, durante toda la noche, la barca es agitada por las aguas y ellos tienen miedo porque Jesús no está con ellos.
Las familias, como los apóstoles, navegamos muchas veces en la noche, en medio de la tempestad. El viento contrario de una cultura hedonista e individualista socava continuamente nuestra vida, pero también está la fatiga de caminar juntos y acogernos cada día, de las expectativas defraudadas, del cuidado de los hijos, de la enfermedad que a veces llama a la puerta, del trabajo precario o faltante. Es una fatiga que pone una dura prueba en nuestro camino. No raramente, tememos estar solos y nos dejamos vencer por el miedo y el desánimo. Pero Jesús no está lejos y, antes de que acabe la noche, sale a nuestro encuentro y nos repite: «Tranquilícense y no teman. Soy yo». Y nos invita, como hizo con Pedro, a caminar sobre las aguas de la fe. Él está siempre con nosotros, aunque no lo veamos, y vela por nosotros. Conoce todas nuestras penas y, si no nos alivia de la fatiga del viaje, nos anima a no temer nunca, pase lo que pase, porque «si Dios está con nosotros», como dice Pablo, «¿quién estará contra nosotros?».
Pedro camina sobre el agua hasta que deja espacio al miedo, solo entonces comienza a hundirse y experimenta su fragilidad. Jesús le tiende la mano, lo salva y, con dulzura, le reprocha: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Si apartamos la mirada de Jesús, el miedo se apodera de nosotros y también corremos el riesgo de hundirnos. Por eso, tenemos necesidad de cultivar la oración juntos y de encontrar cada día un tiempo de silencio para estar con Él, como Él lo hacía con el Padre, para que pueda convertirse cada gesto en oración, y nuestra casa, cada vez más, en lugar de la presencia de Dios.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Mt 14, 22-33.
𝘔á𝘯𝘥𝘢𝘮𝘦 𝘪𝘳 𝘢 𝘵𝘪 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘭 𝘢𝘨𝘶𝘢.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: «¡Es un fantasma!» Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: «Tranquilícense y no teman. Soy yo».
Entonces le dijo Pedro: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua». Jesús le contestó: «Ven». Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: «¡Sálvame, Señor!» Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: «Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
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