Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di famiglie).
Este domingo inicia el tiempo de Adviento, un tiempo de espera, y quién mejor que nosotros, las familias, sabe lo que es el tiempo de espera.
Cuántas esperanzas en nuestra vida: la espera del matrimonio, del nacimiento de los hijos, de una respuesta de trabajo, de un informe médico, y luego, la espera del regreso de los hijos, la espera… Y sabemos que cada espera puede vivirse en la angustia y en el miedo, o en la fe, la esperanza y la alegría.
Con este domingo, con toda la Iglesia nos encontramos en este tiempo de espera de Jesús, que ha venido en la historia, que ciertamente vendrá al final de los tiempos, pero que viene cada día no solo en nuestras liturgias, sino también en nuestras familias y en nuestro día a día, en los modos más variados.
El evangelio nos habla de inmediato de «señales en el cielo, angustia, miedo en la tierra», señales que también hoy están presentes en nuestra historia. Pero Jesús no quiere hablar del fin de los tiempos para asustarnos, sino más bien para orientarnos al fin último de nuestro vivir, el cual es el encuentro gozoso con nuestro Salvador y Señor. Nos ofrece así preciosas sugerencias para no dejarnos aplastar de angustia por lo que nos rodea y hacer renacer la esperanza por una gozosa espera del Señor que viene:
«Pongan atención y levanten la cabeza», es decir, no se dobleguen ante la tristeza y el pesimismo común, sino alcemos nuestros ojos a los montes, de donde sabemos viene el socorro y todo bien, y veremos renacer la esperanza, que en Jesús es certeza, que con Él saldremos victoriosos sobre todo mal.
«Estén alertas…, no entorpezcan su mente», para que, distraídos o desorientados por la angustia, no nos suceda el dejar de tener la alegría por estar juntos y por amarnos, el asombro y el reconocimiento por todo lo que el Padre nos da.
Y finalmente «velen… y hagan oración», es decir, permanezcan vigilantes para poder reconocer y acoger a Jesús, que viene a visitarnos a través de la pobreza y de la necesidad del hermano que encontramos, y de cada uno de nuestros familiares. Es entonces el momento propicio para redescubrir el poder de la oración en pareja y en familia, que no solo nos mantiene alerta y nos hace crecer en comunión, sino que obra y obtiene milagros.
Con toda la Iglesia, entonces, decimos cada día: Maranatha, Ven, Señor Jesús,vy permítenos acogerte, para que tú puedas resplandecer en nuestras familias, como en la pequeña cueva de Belén.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Se acerca su liberación.
✠ Del santo Evangelio según san Lucas 21, 25-28. 34-36
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra, las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. »Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación. »Estén alertas, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquel día los sorprenda desprevenidos; porque caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. »Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre».
Palabra del Señor.