Por: Ermelinda y Franco Cidonelli. (Alleanza di famiglie).
Pentecostés es fiesta de la Iglesia, que en Pentecostés tiene origen y se regenera, y por lo tanto, fiesta de la familia —pequeña Iglesia—.
Si el matrimonio es un recuerdo permanente de Pentecostés y de sus prodigios, la fiesta de hoy se convierte para nosotros, familias, en ocasión de revisión: ¿Somos un recuerdo y actualización de Pentecostés? ¿Estamos viviendo «bajo el dominio del Espíritu» que es amor, paz, alegría, vida plena, o bajo el dominio de la carne?
He aquí, pues, la palabra del evangelio: «Si me aman, cumplirán mis mandamientos… Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes». Y aunque nos volvamos a encontrar incapaces, el evangelio todavía nos tranquiliza: «el Paráclito, el Espíritu Santo… les enseñará todas las cosas y…»
La liturgia de hoy nos impulsa a vivir Pentecostés no como recuerdo, sino como memorial perenne de la acción del Espíritu en nuestra vida personal y familiar.
Pentecostés es la fiesta del salir para andar:
—para los hebreos, salir fuera de la seguridad de sus casas para experimentar las tiendas de campaña, para hacer memoria de la obra de Dios (los cuarenta años en el desierto);
—para los apóstoles, salir fuera de la seguridad del cenáculo, de sus miedos, para andar en las plazas y anunciar la salvación;
—para nosotros, salir fuera de nuestros miedos, de nuestros límites para andar al encuentro de nuestros hermanos;
—salir fuera de nuestra incapacidad de amar, porque el Espíritu nos hace capaces de amar;
—salir fuera de la incapacidad de comprendernos, porque es el Espíritu quien vence el efecto de la Torre de Babel y nos hace hablar un único lenguaje.
Pentecostés es la fiesta del salir, del andar, del cambiar, porque el Espíritu hace nuevas todas las cosas.
Pentecostés es libertad porque cuando se vive en el miedo al otro se es en realidad prisionero de sí mismo, y es el Espíritu quien nos hace libres.
Pentecostés es comunión, porque es el Espíritu quien hace de la Trinidad una sola cosa, de muchos un solo cuerpo (la familia, la Iglesia).
Pentecostés es andar hacia el otro porque el Espíritu es movimiento (en el Pentecostés personal de María —la Anunciación— María parte y va a visitar a su prima Isabel).
Cuántas cosas puede hacer el Espíritu en nosotros, las familias:
—liberarnos del miedo al otro;
—salir fuera del yo para convertirnos en nosotros;
—hacernos capaces de amarnos entre nosotros, cuando parece que el amor ha terminado;
—hacernos capaces de comprendernos entre nosotros, cuando el espíritu de Babel entra en nuestra casa;
—hacernos libres, para que estar juntos no sea una obligación o un hábito, sino una elección continua;
—hacernos una sola cosa, a imagen del Dios uno y trino.
Volvamos, pues, bajo la acción del Espíritu y sigamos invocándolo:
Ven Espíritu Santo y renueva nuestras familias.
Ven Espíritu Santo y renueva la faz de la tierra.
¡Feliz Pentecostés!
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo: Reciban el Espíritu Santo.
✠ Del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: «La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo».
Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar».
Palabra del Señor.