Por: Lina y Dino Cristadoro (Alleanza di famiglie).
La celebración de hoy es otra Navidad: Jesús se muestra, ¡es epifanía! Sale a la luz, después de años de silencio transcurridos en el pueblo de Nazaret, en una vida familiar plena y completa, y comienza a predicar. Su primer acto público fue el bautismo que recibió de Juan en el río Jordán. Ciertamente Jesús, que era Dios, no necesitaba ser bautizado. Él, inocente de toda culpa, quiso acercarse de todos modos a recibir el bautismo, junto con todos aquellos que habían acudido a Juan como penitentes buscando la salvación de sus almas. Es Jesús junto con todos los demás. Como siempre, en cada gesto, en cada Palabra, Él es el «Dios con nosotros», «Aquel que quita el pecado del mundo» que se muestra en la absoluta humildad y es siempre solidario con los hombres.
Hoy es la fiesta del bautismo, la fiesta de la familia de Jesús, de todos nosotros, de nuestras familias, de aquellos que Él hace hijos de Dios porque han acogido la verdadera luz. Recibimos el amor que llega. No esperamos regalos ni fiestas, no esperamos cosas, sino amor: «¡Si rasgaras los cielos y descendieras!» (Is 63,19), es la petición de los que están en dolor. ¡Cuántas veces este grito de ayuda se eleva desde nuestras casas, desde países en guerra, desde hombres perseguidos por ser «diferentes» en raza, color, religión!
Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua, y he aquí los cielos se abrieron y una voz del cielo dijo: «Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco». Es una fiesta: el cielo se abre a la tierra. ¡Todo hombre y toda mujer, en Jesús es «el hijo predilecto», el hijo amado! Hay una necesidad de amor, hay una necesidad de Dios. La esperanza está viva, el hombre no está aplastado por su pobreza, cada uno de nosotros es el hijo favorito, amado. Somos hijos, en el Hijo, para siempre.
El cristiano, sin embargo, no es hijo único, sino hermano, amigo, padre, madre, esposo, esposa. Nuestras familias, nosotros los esposos, somos hijos amados en quienes el Hijo se complace cuando se celebra el amor. El cristiano también está llamado a abrir el cielo con amor hacia los demás para mostrar a Dios. El cielo abierto es cuando le escuchamos; cuando, en la alegría y en el dolor, renovamos nuestro «sí»; es cuando la amistad acerca al otro; cuando un anciano solitario es amado; cuando una lágrima es consolada; cuando con nuestros gestos damos seguridad y amor.
«Tú eres mi hijo amado», hoy de todos nosotros que hemos nacido hijos, Dios pide sólo un corazón capaz de amar y ser amado. ¡Aprendamos a decirnos con gestos concretos ese «te amo» que mueve al mundo!
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Después del bautismo de Jesús, el cielo se abrió.
✠ Del santo Evangelio según san Lucas 3, 15-16. 21-22
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: «Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego». Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: «Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco».
Palabra del Señor.