Por: Ivana y Giovanni Granatelli (Alleanza di famiglie)
Queridos hermanos y hermanas, queridos esposos y queridas familias amadas por el SeƱor, nos encontramos en el tercer domingo de Adviento, en el que comenzamos a respirar el buen olor de la Navidad que se acerca y por eso la Iglesia nos exhorta a alegrarnos. Gaudete et Exsultate, dirĆa el Papa Francisco. AsĆ que alegrĆ©monos y regocijĆ©monos porque el SeƱor estĆ” cerca y sĆ³lo Ćl realiza en nosotros la verdadera alegrĆa.
El evangelio de hoy anuncia que JesĆŗs es la luz y nos presenta nuevamente la figura estupenda de Juan Bautista, un hombre espiritual, austero y recto. He aquĆ su misiĆ³n: dar testimonio de la luz que es Cristo JesĆŗs y preparar el camino del SeƱor. Esto nos recuerda que cada uno de nosotros, cada pareja y cada familia tiene un rol en la preparaciĆ³n del camino para la llegada del SeƱor. Y esto sucede en nuestra vida ordinaria, cuando pensamos, actuamos y vivimos segĆŗn el amor, cuando hacemos presente y visible el amor de Dios a travĆ©s de nuestro amor conyugal y familiar, cuando nos entregamos como regalo el uno para el otro.
Preparemos un bello camino para el SeƱor. Demos un palabra de amor, un gesto de ternura, de gentileza y de gratitud. Demos nuestro tiempo para escucharnos, dialogar, reunirnos y compartir serenamente. Demos el perdĆ³n a quien lo espera, a quien ya no lo espera y a quien no lo merece. Demos una oportunidad mĆ”s a quien se ha equivocado. Regalemos una sonrisa a quien no sabe regalarla. Tendamos la mano al otro y demos el primer paso para encontrarlo. Acojamos al otro, a su historia, a su fragilidad y a esas semillas de belleza y bondad que Dios le ha puesto. Que el SeƱor nos conceda ser una voz que grite a contracorriente en el desierto del mundo moderno.
Ven EspĆritu Santo, infunde la sabidurĆa en nuestros corazones e inflĆ”manos de ardor por la casa del Padre, para que, como el Bautista, podamos reconocer nuestra pequeƱez y la grandeza de Dios AltĆsimo. Haznos fuertes para que podemos renunciar a lo superfluo y rechazar la mentalidad mundana, desprendiĆ©ndonos de cualquier exceso de comodidad, bienestar y riqueza. AyĆŗdanos a buscar lo esencial: la sencillez, la sobriedad, el amor y la comuniĆ³n al interior de los hogares y de las familias, los bienes de arriba, la amistad con Dios y el Reino de los cielos. AmĆ©n. Aleluya.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Jn 1, 6-8. 19-28
ššÆ š®š¦š„šŖš° š„š¦ š¶š“šµš¦š„š¦š“ š©š¢šŗ š¶šÆš° š¢š š²š¶š¦ š¶š“šµš¦š„š¦š“ šÆš° š¤š°šÆš°š¤š¦šÆ.ā Del santo Evangelio segĆŗn san Juan.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de Ć©l. Ćl no era la luz, sino testigo de la luz. Este es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judĆos enviaron desde JerusalĆ©n a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: Ā«ĀæQuiĆ©n eres tĆŗ?Ā» Ćl reconociĆ³ y no negĆ³ quiĆ©n era. Ćl afirmĆ³: Ā«Yo no soy el MesĆasĀ». De nuevo le preguntaron: Ā«ĀæQuiĆ©n eres, pues? ĀæEres ElĆas?Ā» Ćl les respondiĆ³: Ā«No lo soyĀ». Ā«ĀæEres el profeta?Ā» RespondiĆ³: Ā«NoĀ». Le dijeron: Ā«Entonces dinos quiĆ©n eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ĀæQuĆ© dices de ti mismo?Ā» Juan les contestĆ³: Ā«Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del SeƱor’, como anunciĆ³ el profeta IsaĆasĀ».
Los enviados, que pertenecĆan a la secta de los fariseos, le preguntaron: Ā«Entonces Āæpor quĆ© bautizas, si no eres el MesĆas, ni ElĆas, ni el profeta?Ā» Juan les respondiĆ³: Ā«Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrĆ”s de mĆ, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandaliasĀ».
Esto sucediĆ³ en Betania, en la otra orilla del JordĆ”n, donde Juan bautizaba.
Palabra del SeƱor.