Por: Alessandra y Luca Monsecato (Alleanza di famiglie).
En la página del evangelio de este domingo, Jesús nos empuja a hacer una profunda reflexión sobre la calidad de nuestras relaciones. En particular, la frase «¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo?» parece haber sido extrapolada de un manual de psicología para explicar, de modo simple y concreto, un mecanismo que utilizamos con frecuencia, aunque de manera inconsciente, en la relación con los demás.
De hecho, nos sucede a menudo que proyectamos sobre las personas cercanas a nosotros sentimientos y características que en realidad nos pertenecen y son nuestros: esto significa que cuanto más nos molesta un comportamiento o una actitud del otro, más puede existir una alta probabilidad de que ese mismo modo de actuar esté presente en nosotros.
La familia es seguramente el campo donde mejor nos ejercitamos para encontrar la paja en el ojo de nuestro hermano y para negar la existencia de una viga en el nuestro. Pensemos en todas las veces que señalamos con el dedo a nuestro cónyuge, listos para enlistar las limitaciones y defectos que tanto nos fastidian.
Jesús, en su concreción, nos invita a iluminar este tipo de actitudes, para tomar más conciencia del hecho de que no podemos pretender que sea siempre y sólo el otro quien reconozca sus errores. Mi esposo o esposa, en verdad, me ayuda a reconocerme por lo que realmente soy: ¡una criatura con todas sus limitaciones, pero amada por Dios a pesar de todo! ¡Pensar que somos perfectos no nos ayuda a permitir entrar a Dios a nuestra vida!
Así, la familia es el lugar donde tenemos la posibilidad de experimentar el amor de Dios, a través de sus miembros, quienes más que cualesquiera otros, nos envían de vuelta a una visión veraz y transparente de nuestras miserias, ¡permitiéndonos abrir nuestro corazón a Dios!
A menudo, acabamos siendo ciegos que no reconocen su ceguera: ¡una persona que no ve no puede indicar el camino a otra!
Pidamos entonces al Espíritu Santo que nos sane de la ceguera de nosotros mismos, para que a través de su luz podamos finalmente mirarnos y aceptarnos por lo que somos: ¡hijos de Dios, amados por el Padre!
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
La boca habla de lo que está lleno el corazón
✠ Del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-45
En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: «¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano. No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón».
Palabra del Señor.