Por: Magdalena y Carlos Altamirano–Morales (DIFAM Zacatecas – Alleanza di famiglie).
En el evangelio de este domingo, Jesús nos invita a abrir nuestro corazón al mensaje de amor de Dios y a abrirlo también a nuestro cónyuge y a los demás miembros de nuestra familia. Quién no escucha, no puede reproducir apropiadamente los sonidos y no puede hablar bien. De manera análoga, nosotros no podemos amar plenamente si, antes que todo, no somos capaces de percibir y aceptar el amor de Dios.
¡Cuántas familias padecemos hoy de sordera hacia la palabra de Dios, hacia su amor! Somos sordos debido al ruido que hemos creado. Por eso, Jesús nos dice a cada uno: «Effatá», ábrete a la palabra amorosa de Dios. Solo así podremos reproducir bien su mensaje y ser testimonios de su amor.
Los gestos destacados en el pasaje del Evangelio: Un grupo de personas lleva al sordomudo a Jesús. Esto nos recuerda la importancia de la fe y de la intercesión de aquellos que quieren ayudar a quien sufre de esta «sordera».
Jesús aparta al sordomudo de la gente, con lo cual nos indica que debemos apartarnos del ruido cotidiano para escuchar a Dios y ver a nuestro cónyuge como Él lo ve. Una vez apartado, Jesús toca los oídos y la lengua del hombre, y mira al cielo, lo que nos señala la importancia del contacto real, físico, humano, que se requiere como medio eficaz de la transmisión del amor de Dios; un amor encarnado, que no debemos dejar de nutrir en nuestras relaciones matrimoniales y familiares.
Finalmente, Jesús dice «effatá» y la curación se produce. «Cristo abre al hombre al conocimiento de Dios y de sí mismo. Lo abre a la verdad, porque él es la verdad, tocándolo interiormente y curando así «desde dentro» todas sus facultades» (San Juan Pablo II, domingo 10 de septiembre de 2000).
Señor, ayúdanos a abrir nuestro corazón a tu amor, para aprender a mirar como tú las necesidades y los dones de nuestro cónyuge y de nuestros hijos, y ser capaces de vivir en plenitud nuestro amor.
EVANGELIO
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
✠ Del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «¡Effetá!» (que quiere decir «¡Ábrete!»). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor.