Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie).
«El que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios» (cfr. Jn 3). Así concluye el evangelio del cuarto domingo de Cuaresma. Un anuncio claro pero, al mismo tiempo, exigente de la Palabra de Dios que, si es aceptada, es capaz de cambiar radicalmente nuestra vida.
La misión de nosotros, los esposos cristianos, es transparentar en nuestra vida la luz hacia la que nos dirigimos y con la que brillamos: es la luz del amor continuamente ofrecido y del que tenemos la oportunidad de experimentar; el mismo amor que Jesús tiene por su Iglesia y que el Padre tiene por la humanidad entera.
Obrar conforme a la verdad en nuestra vida de pareja requiere compromiso y sentido de responsabilidad, no para salvaguardar las apariencias, sino para poder corresponder, también a través del amor hacia el otro, aquello que hemos recibido gratuitamente del Padre, «Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3).
Cuántas veces, en nuestro ambiente familiar, hemos tenido que confrontar con las incomprensiones, con las palabras de más, dichas o escuchadas; cuántas veces, en las confrontaciones con nuestro cónyuge o con nuestros hijos, hemos tenido pensamientos de venganza, cuánto sufrimiento hemos provocado por nuestro comportamiento equivocado.
Y luego, ¿cuánta amargura y desilusión, cuánto desánimo, quizás han tomado la ventaja, cuánta necesidad de arrepentirnos sinceramente, de obrar conforme a la verdad, hemos sentido después de estos episodios? ¿No deberíamos, tal vez, reconocer esos estados mentales como llamados providenciales del Espíritu que nos invitan al arrepentimiento, como esos mensajeros enviados por Dios para alertarnos de que algo en nuestras vidas y en nuestras relaciones debería ser revisado? ¿Cómo no reconocer, incluso en esto, el amor de un Dios que sigue teniendo «compasión de su pueblo y quería preservar su santuario»? (cf. 2Cr 36).
Nosotras, las familias cristianas, en la medida en que respondemos con sincera disponibilidad para preservar la comunión en nuestros hogares, a través de la comprensión mutua y el perdón, permitimos que Dios brille en nuestras vidas. E, incluso cuando podamos sentirnos desanimados por nuestras limitaciones, sabemos que podemos recurrir a la gracia del sacramento del matrimonio, alimentado por la Eucaristía y renovado por el sacramento de la reconciliación que, como nos recuerda san Juan Pablo II en 𝘍𝘢𝘮𝘪𝘭𝘪𝘢𝘳𝘪𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘰𝘳𝘵𝘪𝘰, «ofrece a la familia cristiana la gracia y la responsabilidad de superar toda división y caminar hacia la plena verdad de la comunión querida por Dios, respondiendo así al vivísimo deseo del Señor: que todos «sean una sola cosa» (Jn 17,21)» (FC 21).
Nuestra misión, también en este tiempo, es una misión elevada: desde la conciencia de ser «familias salvadas», estamos llamados a convertirnos en «familias salvadoras», instrumentos de salvación, a través de los cuales cada hombre puede ser alcanzado por el amor de Dios. Feliz camino.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
𝘋𝘪𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘷ió 𝘢 𝘴𝘶 𝘏𝘪𝘫𝘰 𝘢𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘦 𝘴𝘢𝘭𝘷𝘦 𝘱𝘰𝘳 é𝘭.
✠ Del santo Evangelio según san Juan 3, 14-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Así como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».
Palabra del Señor.