Por: María y Sebastiano Fascetta (Alleanza di famiglie)
El Evangelio de hoy se centra en la generosidad, gratuidad y libertad de Dios hacia nosotros. De hecho, todos estamos llamados a «trabajar en la viña», es decir, a hacernos humanos mediante el trabajo interior y el cuidado de las relaciones, en cualquier momento y estación de nuestra existencia.
Incluso los llamados en el último momento reciben el mismo amor que aquellos que han trabajado toda su vida. Dios no actúa hacia nosotros según criterios meritocráticos, su amor es siempre sobreabundante y excedente. Nosotros también estamos llamados a ser del mismo modo, en particular, en la vida familiar, donde no faltan ocasiones para encerrarnos en nuestro propio egoísmo y buscar exclusivamente nuestro propio beneficio.
Amar es siempre un acto desinteresado, gratuito, libre de cualquier cálculo, interés propio o beneficio individual. Amar es no buscarse a uno mismo en los demás, de lo contrario, el amor conyugal y paterno se convierte en una forma sutil de chantaje con vistas a un resultado inmediato.
También la envidia encuentra espacio dentro de la vida de pareja. Esto sucede siempre que no nos alegramos de la diversidad entre el hombre y la mujer o de los dones diversos que posee cada miembro de la familia. La envidia surge cada vez que hacemos comparaciones, queremos ser como el otro y queremos las cosas del otro, sin valorar en cambio lo que tenemos y somos. El envidioso es ciego, porque no ve al otro y no se ve a sí mismo. La envidia genera violencia y el deseo de posesión.
El Evangelio nos invita a redescubrir lo esencial para vivir relaciones fecundas: la gentileza y la generosidad, el cuidado y la atención y aprender a alegrarnos del don del cónyuge, de los hijos… y de uno mismo. No hay amor por los demás si no hay amor por uno mismo. Sólo en la medida en que nosotros mismos estemos en paz podremos superar la envidia de quienes quieren ser «primeros» respecto a los demás.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Mt 20, 1-16a
¿𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘮𝘦 𝘳𝘦𝘯𝘤𝘰𝘳 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘣𝘶𝘦𝘯𝘰?
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo». Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: «¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?» Ellos le respondieron: «Porque nadie nos ha contratado». Él les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña».
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: «Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros». Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: «Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor».
Pero él respondió a uno de ellos: «Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?»
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos».
Palabra del Señor.