Por: Filippa y Gino Passarello (Alleanza di famiglie).
El evangelio de este domingo inicia con la historia de la predicación de Jesús a la orilla del lago de Genesaret. La elección de ese lugar ciertamente no es casual. En ese lago, de hecho, se encuentran dos barcas, una de las cuales pertenece a Simón, que regresan de una pesca fallida. Es justo a Simón a quien Jesús se dirige. Quiere subir a su barca para hablar a la multitud que había venido a escucharlo.
Simón está cansado y desilusionado, pero Jesús, después de haber hablado a la multitud, lo invita a zarpar. Conoce bien su amargura, la sensación de vacío y fracaso por esa barca vacía, pero le pide igualmente que eche las redes, que confíe en él. Simón es un experto pescador, sabe que esta petición es insensata, pero no opone resistencia: «Confiado en tu palabra, echaré las redes». Es este acto de fe el verdadero milagro que hace sobreabundante la pesca.
Como aquellos pescadores, también nuestras familias viven a menudo la experiencia del fracaso, de la desilusión, de la duda en la oscuridad de tantas noches de fatiga infructuosa. Quisiéramos estar a la altura de la llamada que se nos hace, ser familias buenas, ejemplares, coherentes pero, con demasiada frecuencia, hacemos las cuentas de nuestras limitaciones no sólo al interior de las relaciones familiares, sino también en el compromiso misionero y en el testimonio. Sentimos todo el peso de la inadecuación, nuestras barcas están vacías, nuestros esfuerzos vanos, pero es precisamente allí, en el fracaso y la desilusión, que Jesús sale a nuestro encuentro. Él no tiene miedo de nuestros fracasos, nos pide, en cambio, subir con nosotros a la barca: la necesita para hablar a las multitudes sedientas de su Palabra. No importa si está vacía. Es más, precisamente por esto nos invita a zarpar. Con Él, los frutos serán ciertos y abundantes.
Como esos pescadores, nos gustaría decirle que hemos estado fuera toda la noche y no hemos recogido mas que amarguras y decepciones, que no hay alguna posibilidad de que las cosas cambien, que estamos cansados de empezar de nuevo, pero Él nos invita a confiar, a recomenzar con la certeza de que ya no estamos solos, Él está con nosotros. Jesús viene a buscar nuestras barcas vacías porque quiere quedarse con nosotros, acompañarnos en nuestro camino. No necesita que seamos familias perfectas sino que lo acojamos y que, en su Palabra, encontremos el valor de volver a empezar, de arriesgar, de fundar toda nuestra vida. Sólo entonces veremos con asombro la obra de Dios, que hace rebosar de frutos a nuestras familias, porque cuando somos débiles, pobres, e inadecuados es cuando experimentamos el poder de Dios y toda su fuerza.
Que podamos también nosotros, como Simón, Santiago y Juan, dejar las redes de nuestros miedos y de nuestras seguridades, y seguir sin demora a Jesús. Aún hoy, resuena fuerte para nosotros su invitación: «¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?» Con alegría queremos responder: «Aquí estamos, Señor, envíanos».
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Dejándolo todo, lo siguieron
✠ Del santo Evangelio según san Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar». Simón replicó: «Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes». Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: «¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!» Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.