Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di famiglie).
El evangelio de esta semana comienza con una reprimenda a Pedro, «tu modo de pensar no es el de Dios…», que Jesús nos haría muchas veces a las familias cristianas, cuando, como Pedro, vivimos la tentación de rechazar el sufrimiento y queremos resolver cada cosa sin pasar por el crisol del dolor. Cuando, frente a desilusiones y malentendidos, elegimos la cerrazón y no el diálogo, cuando en la traición, en la falta de amor, elegimos no perdonar o la venganza, cuando en lugar de tender la mano a los que están en dificultad, elegimos el juicio, cuando frente a las dificultades conyugales elegimos la separación y no el esfuerzo de empezar de nuevo, cuando no tenemos fe ni esperanza en nuestro futuro y nos angustiamos perdiendo de vista lo que importa, Jesús nos repite: «Su modo de pensar no es el de Dios… ».
Sólo si aprendemos a pensar del modo de Dios podremos aceptar la invitación exigente de Jesús, que de otro modo sería bastante absurda.
A Pedro, y a cada uno de nosotros, Jesús nos propone (no impone): «Si quieres seguirme…».
𝗥𝗲𝗻𝘂𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗮 𝘁𝗶 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗼: No te hagas esclavo del otro, sino libérate de tus egoísmos, de tus proyectos, de tus pensamientos que condicionan tus relaciones en la familia y más allá, para aprender a acoger y a amar a tu cónyuge, a tus hijos, a cada hermano en su diversidad, después de haber «renunciado a encuadrarlos en tus esquemas».
𝗧𝗼𝗺𝗮 𝘁𝘂 𝗰𝗿𝘂𝘇: No sufriendo el dolor ni dejándote aplastar por la prueba, sino a la manera de Jesús, que hace de la cruz la manifestación del amor más grande. Toma y acoge las dificultades que la vida te presenta, incluso las más grandes, como oportunidades para aprender a amar a la manera divina, para descubrirte capaz, en la potencia del Espíritu que nos habita, de amar como Jesús, y entonces también tu cruz será «gloriosa».
𝗤𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮 𝘀𝗮𝗹𝘃𝗮𝗿 𝘀𝘂 𝘃𝗶𝗱𝗮: ¿Qué daño hay, diríamos, en querer salvar la vida? ¿Pero, de qué tipo de vida estamos hablando? Ciertamente, no de la vida hecha de apariencias, de realizaciones a toda costa y de alegrías efímeras. Esta es la vida que debemos estar dispuestos a perder para ganar la vida plena que Jesús ha adquirido para nosotros, la vida verdadera que sabe alegrarse no de lo que tiene sino de lo que es, no de lo que recibe sino de lo que da. Sólo así podremos seguir a Jesús: CAMINO, VERDAD y VIDA.
Señor, concédenos, como Jeremías, poder decirte como familia «me sedujiste, Señor, y me dejé seducir», para seguirte también por los caminos del amor, a veces tortuosos y difíciles, y para experimentar y dar testimonio de la belleza, la grandeza y la profundidad del amor que has derramado en nuestros corazones y en nuestras familias. Amén, aleluya.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Mt 16, 21-27.
𝘌𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘮𝘪𝘨𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘳𝘦𝘯𝘶𝘯𝘤𝘪𝘦 𝘢 𝘴í 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰.✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: «No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti». Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!» Luego Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras».
Palabra del Señor.