Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di famiglie).
El evangelio de esta semana viene a sacudirnos porque, muchas veces, somos precisamente nosotros «los que no comprendemos» lo que significa en nuestra vida este «morir y resucitar de Jesús», del que habla el evangelio.
Quizás sepamos que Jesús vive en nosotros y entre nosotros en nuestra familia, pero continuamos sin entender. Y Jesús nos pregunta: «¿De qué discutían…?», «¿Cuáles pensamientos guían su vida?». Para darnos cuenta de que, quizás también nosotros, más que pensar en la presencia viva de Jesús, fuente de amor y de paz y de alegría, de todo bien, nos hemos dejado llevar por la lógica del mundo que nos enseña a buscar la riqueza, la afirmación, el bienestar personal, incluso a expensas del otro, incluso dentro de la misma familia, donde puede ocurrir que cada uno reclame sus espacios o su descanso, busque atención y comprensión solo para sí mismo y ponga las exigencias propias en el centro, olvidando al otro.
Jesús anula esta lógica y sugiere: ¿Quieres ser el más importante, el más grande? Conviértete en servidor de todos, piensa en lo que puedes hacer por tu esposa, por tu marido, por tus hijos, por tus hermanos. No importa cuánto te costará, cuánto deberás humillarte, perder…, porque es precisamente al perder, al hacer morir tu egoísmo como aprendes a amar y a superar el miedo de perder y de morir. Sólo así vivimos la «presencia viva» de Jesús en nosotros.
Jesús nos enseña el camino para hacer visible y concreta esta presencia viva suya. «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños…». Y en ese «niños» están los infantes, pero también quien vive la fragilidad, la pequeñez, la sencillez, la necesidad como un «niño». Nos recuerda así que, como familia, no basta con ser un signo del amor de Dios por los demás que están en casa con nosotros, sino que estamos llamados a ser un signo del amor de Dios que cuida de cada pequeño, de cada necesitado, a través de nosotros, como continuamente nos recuerda el Papa Francisco.
Oremos: Espíritu Santo, haznos capaces de vaciarnos de nosotros mismos para dejar espacio al otro que está con nosotros y a nuestro alrededor, para amarlo «como» Tú nos amas.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
El Hijo del hombre va a ser entregado. — Si alguno quiere ser el primero, que sea el servidor de todos.
✠ Del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará». Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían por el camino?» Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado».
Palabra del Señor.