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El de la familia es un camino de continua transfiguración por obra del Espíritu Santo

Por: Filippa y Gino Passarello (Alleanza di famiglie)

La de este domingo es una de las páginas más bellas de todo el evangelio: Jesús, después de haber hablado a los suyos de la pasión que deberá afrontar, para ayudarlos a comprender lo que está por suceder y abrirlos a la esperanza, conduce consigo a Pedro, Santiago y Juan y se revela a sí mismo en toda su gloria.

Él conoce la debilidad de sus discípulos y comprende sus dudas y temores. Por eso, los conduce aparte, para que puedan contemplar su verdadero rostro, saborear la dicha y la intimidad de esa visión, confirmarse en la fe y escuchar la voz del Padre que los exhorta a seguir. Esta página interpela de manera muy particular a la familia. Es, en efecto, el rostro humilde de ese misterio de amor que ha impulsado a Dios a convertirse en esposo de la humanidad.

En el sacramento, el amor de los esposos se transfigura en el amor mismo de Jesús por su esposa, refleja la luz y anuncia la fidelidad. Y, dado que el sacramento es permanente, también el amor de los esposos, a pesar de su pobreza y fragilidad, manifiesta en modo permanente el rostro del Esposo e irradia su amor. Con la familia, Dios continúa revelándose a los hombres y llevando su mensaje de amor y esperanza: Dios está con nosotros y por nosotros, y nada podrá separarnos de su amor, como nos recuerda Pablo.

El evangelio de hoy nos ayuda a ver, más allá de las apariencias, la victoria del amor sobre los fracasos, de la luz sobre las tinieblas y los miedos, y nos ayuda a dar sentido al dolor y a las derrotas, porque nos hace entrar en la lógica de Dios y en su historia de amor.

El de la familia es un camino de continua transfiguración por obra del Espíritu Santo, que hace de cada gesto de amor el signo visible de la ternura infinita de Dios. Lo que llama la atención, en el episodio de la transfiguración, es que ocurre mientras Jesús está en oración. También para nosotros, los esposos, es necesario cada día subir al monte con Jesús, aparte, distanciarnos del mundo, de sus ruidos para estar con Él, escuchar su palabra, contemplar su rostro, y dejarnos iluminar por su luz.

El amor hace resplandecer los rostros de los enamorados. Así, estar con el Esposo, hace radiante y luminoso nuestro rostro de esposos y lo hace reflejo de su luz. Con Jesús, en la montaña, aprendemos a mirar nuestra historia desde una perspectiva nueva, descubrimos que nuestra fragilidad es, en realidad, nuestra fuerza, que la pobreza es condición para acoger la verdadera riqueza, y que morir a nosotros mismos se revela como fuente de vida nueva y de eternidad. Sólo si estamos con Él podemos convertirnos en signo de esperanza y caminar en el mundo con el cielo en la mirada y en el corazón.
(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 17,1-9.
𝘚𝘶 𝘳𝘰𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘴𝘰 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘭𝘢𝘯𝘥𝘦𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘦𝘭 𝘴𝘰𝘭.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: «Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo». Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: «Levántense y no teman». Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».
Palabra del Señor.

La «perla valiosa», capaz de cambiar nuestra vida, es Él y nadie más

Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie).

Por tercer domingo consecutivo, la liturgia de la palabra nos ofrece la lectura del capítulo trece del evangelio de Mateo, en cuyo contexto Jesús nos habla, con insistencia, del «Reino de los Cielos», de la necesidad de «buscarlo», «reconocerlo», «encontrarlo», «acogerlo» y «custodiarlo».

Nuestra experiencia de vida familiar está, en cierto sentido, marcada por estas fases. La casa es, en efecto, el lugar de la acogida, del compartir y del aliento, en la medida en que cada miembro de la familia contribuye a la búsqueda del bien.

Sin embargo, sentirse bien en familia, aunque requiere del empeño y del sacrificio de todos, no depende exclusivamente de nuestras limitadas capacidades. A veces, a pesar de la buena voluntad, intercambiamos el verdadero bien por sustitutos como la felicidad, la serenidad, las buenas relaciones familiares y la estabilidad económica, pero sin llegar a la esencia de la que todo depende y brota.

En la primera lectura, Salomón pide el don de la sabiduría, o más bien «un corazón dócil» para poder «distinguir entre el bien del mal»; el salmista le hace eco: «Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata» (Sal 118).

A la luz de la palabra de Dios, la familia tiene la oportunidad de comprender que Jesús mismo es la puerta del reino. Es más, Él mismo es el reino, es la sabiduría encarnada, la fuente de todo bien, el tesoro escondido que todos los hombres desean. Sólo creciendo en la amistad con «su persona», podemos, desde aquí en la tierra, ser partícipes del Reino de los Cielos, del Reino de Dios. Sólo involucrando a Jesús en cada acontecimiento de nuestra vida familiar, e invocando a su espíritu, participamos también nosotros de su realeza.

Hay, sin embargo, un pasaje más que el Señor nos pide: para acoger plenamente el Reino de Dios debemos presentarnos como pobres, debemos estar dispuestos a dejarlo todo. Ostentar seguridad por lo que tenemos, por lo que sabemos, y por lo que tenemos puede impedir el camino al bien, porque el bien, para ser tal, debe ser también justo, y sólo la sabiduría divina es justa.

Dejemos, pues, que el horizonte de la eternidad entre en nuestra casa. Dejémonos conducir por Jesús Esposo hacia las nuevas e inexploradas alturas del Reino. Dejemos que la «vida mística», a la que está llamado todo matrimonio, compuesta de confianza, de amistad y de intimidad con Él, nos alivie de nuestras fatigas, y así nada podrá perturbarnos más; pues habremos comprendido entonces que la «perla valiosa», capaz de cambiar nuestra vida, es Él y nadie más.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 13, 44-52.
Vende cuanto tiene y compra aquel campo.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?» Ellos le contestaron: «Sí». Entonces él les dijo: «Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas».
Palabra del Señor.

Vigilemos nuestro corazón para que la «hierba mala» no eche raíces

Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie).

Nuestro Creador se complace en mirar al hombre y a la mujer, se complace en contemplar la obra de sus manos. Él nos envía al mundo, como signo de la «nueva alianza», para que su bondad, su amor, su misericordia se manifiesten a la humanidad entera.

La obra maestra de Dios es haber creado al género humano, imprimiendo su imagen, dándole su esencia divina que es «relación»: haciéndose visible -como «capacidad primordial» del hombre y de la mujer de estar en comunión- para que podamos comprender el misterio de Dios presente en cada criatura y que, para nosotros, los esposos, se convierte en capacidad de amar al otro totalmente.

Esta es la «buena semilla» a cuidar. Esta es la verdadera misión que Dios nos ha confiado y en la que participamos todos los días como esposos y esposas, hechos «uno» en Cristo. Ciertamente no siempre es fácil. Alguien, justo cuando menos lo esperamos, podría estar allí dispuesto a «sembrar la cizaña» en nuestra vida conyugal; y por eso es necesario vigilar nuestro corazón para que la «hierba mala» no eche raíces. De hecho, cada vez que pretendemos cambiar al otro, tal vez juzgándolo con dureza, dejando en él sentimientos de rencor, de venganza, estamos abonando la mala semilla, estamos permitiendo a la cizaña crecer en el jardín de nuestra relación de pareja.

Desgraciadamente sucede que, no pocas veces, para erradicar lo que no nos gusta, nos improvisamos «segadores», comprometiendo toda la cosecha, nuestra vida en común. Por eso el Señor nos da tiempo, este tiempo, y espera a quitar la cizaña pues “no sea que al arrancar la cizaña”, se arranque «también el trigo».

Cuidémonos el uno al otro, orando juntos en nuestro tiempo de pareja, custodiando nuestro hermoso jardín, aprovechando, por qué no, justo este tiempo de vacaciones.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 13, 24-43.
𝘋𝘦𝘫𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘳𝘦𝘻𝘤𝘢𝘯 𝘫𝘶𝘯𝘵𝘰𝘴 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘴𝘦𝘤𝘩𝘢.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: «El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña. Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: «Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?» El amo les respondió: «De seguro lo hizo un enemigo mío». Ellos le dijeron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él les contestó: «No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero»».
Luego les propuso esta otra parábola: «El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas».
Les dijo también otra parábola: «El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar».
Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo».
Jesús les contestó: «El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor.

Dios da generosamente su amor y su palabra a todos, con la esperanza de que genere vida en nosotros

El Evangelio en Familia

DOMINGO 16 DE JULIO 2023

Por: Magdalena y Carlos AltamiranoMorales (DIFAM ZacatecasAlleanza di famiglie).

El evangelio de este domingo nos muestra a Jesús mientras transmite su palabra en la parábola del sembrador y explica su significado a sus discípulos, a nuestras familias.

La primera imagen es la de un sembrador poco convencional, un sembrador pródigo, que arroja semillas por todas partes, sin discriminar y sin exigir rendimiento igual por su trabajo, pero con el anhelo de que toda semilla pueda germinar y generar una planta viva, incluso en el sitio más improbable. Es la imagen de Dios, que da generosamente su amor y su palabra a todos, con la esperanza de que genere vida en nosotros.

De inicio, esto nos lleva a cuestionarnos si, a su imagen, nosotros damos nuestro amor a todos del mismo modo, como Dios lo hace; o si, por el contrario, actuamos por interés, somos calculadores, y dirigimos nuestra atención y nuestros esfuerzos sólo hacia aquellas personas que consideramos que nos devolverán más a cambio, incluso dentro de nuestras familias.

Lo segundo a notar en la parábola es la diversidad de terrenos sobre los cuales cayeron las semillas, que corresponden con los diversos grados en que escuchamos y acogemos la palabra de Dios, palabra capaz de generar la vida divina en nosotros. Advertimos que podemos oír la palabra, pero no entenderla y por ello perder lo sembrado en nosotros; o que podemos oír y entender la palabra, pero no acogerla ni enraizarla y por ello perder la vida que surge de ella al primer problema; o que podemos oírla, entenderla y acogerla de inicio, pero no dejarla crecer por las múltiples preocupaciones y distracciones de la vida; o finalmente, que podemos también oírla, entenderla, acogerla y permitirle dar el fruto de una vida plena, que a su vez contribuye a generar y esparcir nuevas semillas.

Esto nos invita a preguntarnos si estamos realmente dispuestos a acoger la gracia que Dios nos da con su palabra y sus sacramentos, incluido el matrimonio, pero también a cuestionarnos si somos capaces de dirigir nuestra atención y nuestra escucha hacia nuestro cónyuge, hijos y otros miembros de nuestra familia. ¿Escuchamos atentamente a nuestro cónyuge y a nuestros hijos? ¿Entendemos lo que nos comunican? ¿Es importante para nosotros y lo acogemos? ¿Le damos el tiempo suficiente a nuestras relaciones, y tratamos de eliminar las preocupaciones y distracciones que las pueden sofocar, para permitirles dar fruto?

Pidámosle entonces al Señor que no se canse de sembrar y que nos dé siempre de su agua.

EVANGELIO
Mt 13, 1-23
𝘜𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘴𝘢𝘭𝘪ó 𝘶𝘯 𝘴𝘦𝘮𝘣𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳 𝘢 𝘴𝘦𝘮𝘣𝘳𝘢𝘳.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
«Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga».
Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?«
Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.
Pero dichosos, ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes, lo que significa la parábola del sembrador.
A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino. Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta».
Palabra del Señor.

Lugares, cosas y personas no nos dan verdadero alivio, si no hemos estado con Él y en Él

El Evangelio en Familia

DOMINGO 9 DE JULIO 2023

Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di Famiglie)

La palabra del evangelio de este domingo nos sorprende y nos inquieta de modo particular.
En el tiempo específico que estamos viviendo (el verano), tiempo en el cual todos sentimos la «necesidad» de alejarnos de la cotidianidad que nos cansa y oprime con sus problemas, de ir a la playa, de vacaciones o, si no podemos permitírnoslo, a un lugar de «alivio» [descanso], la palabra nos toma por sorpresa y nos sorprende con su invitación:
«Vengan a mí… yo los aliviaré» y añade:
«Tomen mi yugo».
«Aprendan de mí».

Aunque sea «inusual» y a contracorriente, queremos evaluar esta invitación de Jesús, que ve nuestro cansancio y quiere guiarnos para encontrar alivio.

Lo primero, «vengan a mí…» parece que nos dice: antes que los lugares, que las cosas que harán, antes que las personas con las que puedan estar, «yo los aliviaré». Y si reflexionamos, tal vez podamos decir con honestidad que, después de la alegría del momento, lugares, cosas y personas no nos dan verdadero alivio, si no hemos estado con él y en él.

Luego nos muestra el camino: «Tomen mi yugo…»
El yugo para nosotros muchas veces es el peso que nos aplasta o la situación que no logramos aceptar, pero ¿cuál es el yugo de Jesús? Jesús viene para salvar al hombre, y se hace cargo (por amor) del pecado y del sufrimiento del hombre (el buen samaritano). Por eso, nos pide que nos hagamos cargo de las debilidades y sufrimientos del otro, comenzando por los que nos han sido confiados (marido, mujer, hijos), pero también de todo hombre en dificultad. Y nos pide hacerlo con amor y por amor junto con él, para así poder experimentar que el yugo no sólo no aplasta, sino que se vuelve suave y ligero, y aliviador.

Y finalmente sugiere: «Aprendan de mí…»
Familias amadas por el Señor: Es tiempo de dejar de aprender de modelos que nos enseñan a buscar nuestra satisfacción personal y nos inducen al juicio y a la rebelión ante la incomprensión y la debilidad del otro, para ponernos valientemente en la escuela de Jesús, manso y humilde de corazón, que vence todo mal haciendo triunfar al amor.
Esto es posible si no nos guiamos por nuestro razonamiento y por la justicia humana, y, por el contrario, nos hacemos «pequeños» para comprender «los misterios del Reino» para vivirlos en nuestra vida cotidiana.
Sólo así encontraremos el «verdadero alivio» [descanso] y nos uniremos a Jesús en la alabanza al Padre, que nos revela los misterios ocultos a los sabios y nos muestra el camino de la vida y de la alegría.

¡Buen descanso con Jesús!

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 11, 25-30
𝘚𝘰𝘺 𝘮𝘢𝘯𝘴𝘰 𝘺 𝘩𝘶𝘮𝘪𝘭𝘥𝘦 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘳𝘢𝘻ó𝘯.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús exclamó: «¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Palabra del Señor.

El amor que Dios nos pide dar, se ha de realizar con signos concretos

Por: Rosa María y Giorgio Middione (Alleanza di famiglie)

El Evangelio en Familia

DOMINGO 2 DE JULIO 2023

El pasaje evangélico de esta semana nos ofrece varias ideas para la reflexión mientras el Señor da instrucciones a los discípulos para la misión a la que están llamados a construir su reino y anunciar el Evangelio. En su enseñanza de hoy, Jesús nos invita una vez más a amar, pero esta vez a amarlo más que a todos, más que a nuestros propios seres queridos.

Esta página bíblica nos insta a reflexionar sobre cómo vivimos nuestras relaciones afectivas que son importantes pero, no lo olvidemos, que también son un don de Dios: no nos pertenecen y no somos dueños de ellas.

De hecho, los lazos humanos pueden ser lugares de estorbo y de esclavitud para el «florecimiento» de la persona que Dios pone a nuestro lado; pueden, de hecho, volverse asfixiantes, excluyentes, idólatras para nosotros y podemos llegar a atribuir a nuestros seres queridos (padres, cónyuges, hijos) un papel de divinidad a adorar, llevándonos con el tiempo a estructurar relaciones de dependencia, basadas en el poder en el que se alimentan las expectativas por miedo a defraudar o ser defraudado por el otro y, en consecuencia, arrebatarle la libertad al corazón.

Todo esto no está en consonancia con la actitud acogedora y caritativa con la que Dios nos pide que vivamos nuestras relaciones personales.

Jesús, hoy nos invita a ponerlo en primer lugar y a considerarlo como modelo, para que pueda ser un ejemplo para nosotros para amar como él.

Quien acoge en su vida al prójimo más cercano, ya sea un cónyuge, un hijo, un familiar, un amigo o un colega, habrá acogido al mismo Cristo; el discípulo debe vivirlo todo a partir de Cristo, porque el vínculo que creamos con Dios anticipa y pone los cimientos sobre los que edificar todos los demás vínculos.

Las relaciones significativas con nuestros seres queridos, incluso con nuestro cónyuge, deben estar subordinadas a nuestra relación con Jesús, no porque sean menos importantes sino, simplemente, porque solo en Cristo, solo en Él, todas nuestras relaciones afectivas encuentran el justo valor y sentido.

Cuando Jesús en este pasaje nos pide que lo amemos por encima de cualquier otra persona, no quiere quitarnos o disminuir nuestros afectos, sino que quiere recordarnos que el amor que alimentamos hacia Cristo es la base y la certeza para poder amar al prójimo segunda verdad.

Sólo si somos capaces de amar a Dios con todo nuestro corazón, entonces podremos amar con la misma medida a todas las personas que Él pondrá a nuestro lado en el camino de nuestra vida. Por tanto, cuanto más amemos a Jesús, más amaremos a nuestro cónyuge, a nuestro hijo ya las personas queridas.

Elegir dar prioridad a Jesús significa reconocer que Él nos da un Amor único que nadie más puede darnos y que todos los demás amores nacen de este Amor divino.

El Evangelio prosigue luego enunciando lo que todo discípulo está llamado a hacer para seguir a Jesús.

Después de haber dado el justo peso y orden a los propios afectos, cada uno de nosotros está llamado a tomar la propia cruz, aceptándola para volver a recorrer con Cristo lo que Él mismo sufrió.

Estamos llamados a abrazar nuestras dificultades, nuestras pruebas con Fe, aferrándonos a Cristo y sólo así la cruz, sea cual sea, ya no será fuente de desesperación, sino que podrá convertirse, para cada uno de nosotros, en oportunidad de conversión. y crecimiento espiritual.

Estos son los fundamentos sobre los que orientar nuestra vida de cristianos que elegimos, en el día a día, poner en práctica el mandamiento del amor: ¡Darse al prójimo! Un acto que implica hacerse a un lado, descentralizar, dar espacio al otro.

Seguir los pasos de Cristo dando la vida por amor, en su nombre; cuando, de hecho, en el pasaje que nos dice «Perder la vida», se refiere precisamente a esto… darse al prójimo y a Dios… y en el acto de perder la vida por el otro y para Dios, se encuentra la vida… la verdadera.

Este amor que Dios nos pide que demos se puede realizar con signos concretos, gestos que expresan lo que siente nuestro corazón. Simbólicamente, el «dar un vaso de agua» mencionado en el pasaje puede tener muchos significados, como cuidar, prestar atención, acoger y sofocar el sufrimiento, la necesidad de quien tiene necesidad y quiere ser refrescado en su sed, que puede ser de diversa naturaleza.

El Señor, por tanto, hoy nos invita a mirar a nuestro prójimo más cercano, a nuestro cónyuge, a nuestros compañeros de camino, abriendo nuestro corazón para captar y acoger su necesidad y reconocer su sed para saciar su sed con el amor nuestro, como hace Cristo con nosotros.

Señor Jesús, te pedimos que pongas en práctica lo que quisiste decir hoy a nuestra vida de casados. Danos ojos para ver con tus ojos amorosos y misericordiosos, oídos para oír y conocer la sed de mi esposo, corazón para colmarlo de tu amor y de tu benevolencia y manos trabajadoras para que sirvan para saciar su fatiga, consolar su alma y saciar su necesidad de amor. Amén

(Traducido del original en italiano).


EVANGELIO
Mt 10, 37-42
El que no toma su cruz, no es digno de mí.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo.}

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.

Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa».

Palabra del Señor.

Jesús nos quiere plenos de vida; hombres y mujeres valientes, capaces de afrontar cualquier dificultad

El Evangelio en Familia

DOMINGO 25 DE JUNIO 2023

Por: Lina y Dino Cristadoro (Alleanza di famiglie)

Dios, padre bueno y providente, conoce a cada uno de nosotros profunda e íntimamente, y se ocupa de todas nuestras necesidades; Jesús utiliza una metáfora muy característica para darnos una imagen de este gran amor: «hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados». ¡Es maravilloso! Él sabe algo sobre nosotros que ni siquiera nosotros sabemos.

Hoy, Jesús nos advierte contra el miedo que se cuela en nuestra vida: miedo a los hombres, miedo a «los que matan el cuerpo», miedos que nos paralizan y que nos hacen enfrentar todos los días con dificultad.

En las relaciones familiares a menudo se viven problemas de todo género: desde la dificultad de unas relaciones sanas y maduras hasta la falta de alternativas por la pérdida del trabajo, situaciones de enfermedad u otras.

Dar testimonio de la fe en el Señor cuando está oscuro el horizonte, este es el imperativo de la fe; reconocer a Jesús ante los hombres, no cediendo a los compromisos ni a diluir el Evangelio ni a acomodar la Palabra. Es en esa oscuridad que el Señor de la Vida llama a las familias, abrumadas por las dificultades y los peligros, a gritar desde los tejados al mundo entero que Él en persona camina con ellas.

Jesús nos quiere plenos de vida; hombres y mujeres valientes, capaces de afrontar cualquier dificultad, porque, si dos pajarillos que se venden por una moneda, y por lo tanto son considerados de poco valor, están bajo los ojos de Dios, ¡cuánto más lo está una familia unida en el Señor!
En este período, después de haber vivido quizás uno de los momentos más inciertos de nuestra vida, el Evangelio nos abre el corazón porque sabemos que podemos confiar en Dios, que está atento y que ciertamente no nos dejará en la angustia del «mañana».

¡Unidos unos a otros, comencemos a planificar de nuevo y a reabrir nuestros corazones a la esperanza!

No tengo miedo, valgo para ti más que muchos pajarillos.
No tengo miedo, estoy en tus manos, Dios,
de tus manos cada día emprendo el vuelo,
en tus manos mi vuelo terminará.
No tendré miedo, a ti te importa
quien da un pequeño paso a la vez,
sin saber la distancia.
No tendré miedo, a ti te importa
mi sufrimiento para poder cambiar,
mi esfuerzo para poder sanar.
No tendré miedo, a ti te importa
quien es fiel a lo poco y al misterio,
quien mantiene el corazón abierto en la larga espera.
Para mí, oh Dios, sé que preparas un nido, una caricia,
un viento que sostenga mi vuelo. Amén.


EVANGELIO
Mt 10, 26-33
𝘕𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘢𝘯 𝘮𝘪𝘦𝘥𝘰 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘢𝘵𝘢𝘯 𝘦𝘭 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.
No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.
¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo. A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos».
Palabra del Señor.

El Señor entra en nuestra historia, nos sana y nos rehabilita

El Evangelio En Familia

DOMINGO 18 DE JUNIO 2023

Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie)


El Evangelio de este domingo tiene como trasfondo la atención de Dios a la humanidad y su deseo de no abandonarla a su suerte. Es Jesús quien nos lo revela cuando se refiere a la liberación, la curación, la resurrección, indicando lo que aflige a los hombres y, al mismo tiempo, subrayando la necesidad de anunciar el Reino de Dios y su plan de Salvación. Por eso, ante una «cosecha» tan abundante, se necesitan trabajadores, corazones generosos que se conviertan en instrumentos, presencia de Dios en el mundo.

Como familias cristianas en camino, como matrimonios, ¿nos sentimos llamados, interpelados, implicados? ¿Entendemos que estamos hechos para la «misión profética que Cristo encomendó a la Iglesia» (San Juan Pablo II, U.G., 19 de enero de 1983)? ¿Entendemos que el matrimonio no es para nosotros mismos? Cuantas distracciones, cuantos esfuerzos dirigimos a actividades que roban espacio a lo esencial, a lo que realmente somos, no permitiéndonos estar con nuestros oídos, con nuestros ojos, con nuestra voz, donde realmente debemos estar.

Cuántas familias, sólo porque nunca han tenido a alguien que les hablara de un Jesús vivo, verdadero, realmente presente, quedan prisioneras de la incapacidad de ir más allá de los acontecimientos, de su pobreza humana. Cuántos matrimonios experimentan en su corazón la desilusión y la separación, quizás porque aún buscan un amor del que tienen sed, pero que nunca han conocido y mucho menos han logrado intercambiar. Es en estas situaciones que el Señor nos llama, es allí donde Él quiere llevar la Salvación, obrando a través de nuestro estar allí.

Gracias, Señor, porque continúas confiando en nosotros, a pesar de nuestras infidelidades, de nuestra inconstancia; recuérdanos siempre, sobretodo cuando el cansancio, el desánimo y la duda se apodere de nosotros, que todo lo hemos recibido de ti, no porque lo merezcamos sino porque tú nos elegiste, viniste a encontrarnos primero y nos llamaste por nuestro nombre.

Tú entras en nuestra historia, nos sanas, nos rehabilitas para hacernos tus colaboradores, obreros de la abundante mies. Haz resonar siempre en nuestros corazones la gratitud que nos hace misioneros, para que otros muchos matrimonios puedan escuchar, y hacer propia tu Palabra: «Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente».

Feliz domingo.

(Traducido del original en italiano).


EVANGELIO
Mt 9, 36–10, 8
𝘑𝘦𝘴ú𝘴 𝘦𝘯𝘷𝘪ó 𝘢 𝘴𝘶𝘴 𝘥𝘰𝘤𝘦 𝘢𝘱ó𝘴𝘵𝘰𝘭𝘦𝘴 𝘤𝘰𝘯 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘳𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente».
Palabra del Señor.

PADRE

Por: Carlos Altamirano (Dimensión Familia Zacatecas)

Te invitamos a ver el cortometraje 𝘗𝘈𝘋𝘙𝘌, de la Universidad Católica de Valencia, pues transmite un mensaje muy importante, al definir el significado de ser padre y al valorar las diferencias entre el padre y la madre, para entender que hay servicios propios del padre que son insustituibles en la educación de los hijos.

El cortometraje empieza con la enumeración de algunas diferencias entre mujeres y hombres en general, y entre el enfoque de la madre y del padre en la educación de los hijos en particular. Se enfatiza que madres y padres comúnmente quieren las mismas cosas para sus hijos, aunque las buscan de diferente manera.

A continuación, el video indica que uno de los servicios insustituibles del padre es el establecimiento de límites y normas en los hijos, pues en general, el padre establece límites con más frecuencia que la madre. Se resalta que «hay que amar mucho a un hijo para aguantar su llanto». Esto significa que amar a un hijo es educarlo y prepararlo para la vida real, enseñarle que en la vida hay frustraciones, y que lo importante no es evitar las dificultades sino enfrentarlas. Y la importancia de los límites es que estos nos ayudan a definir lo que es realmente un humano y a distinguirlo de lo que no lo es. Por ello, los límites y las normas nos ayudan a ser libres: libres de la impulsividad, de las exigencias, del victimismo y de la pusilanimidad. Cuando un padre establece límites, enseña a sus hijos a ser humanos de verdad, con alegrías y sufrimientos, y a no ser esclavos de caprichos idealistas, que a la larga nos deshumanizan. Sin embargo, para que eso suceda hace falta que la madre lo introduzca y le dé espacio.

Adicionalmente, el video muestra la importancia del padre en la educación particular de los hijos varones y mujeres. Los hijos varones aprenden del padre lo que es ser un hombre de verdad y cómo pasar de niño a hombre; esto es, cómo dominar y encausar la energía que llevan dentro para transformarla en fuerza y ternura masculina. La bendición del padre es enseñarle esto a sus hijos y la bendición de la madre es dejar al hijo ir con su padre y alegrarse de que se convierta en un hombre. Si el padre no está presente, los hijos buscarán otros modelos y esto puede desencadenar en ellos comportamientos violentos o su ocultamiento en el mundo femenino, renunciando a lo que es ser un hombre. 

Por su parte, las hijas mujeres buscan también fuerza y ternura en el padre, así como la respuesta a la pregunta de si son valiosas, queridas y preciosas, no tanto por un patrón de belleza superficial sino por lo que son. Por otra parte, El padre será el filtro por el verán a todos los hombres que se les acerquen. Si el padre no está presente, las niñas pueden desarrollar inseguridad e incomodidad incluso con respecto a su propio cuerpo, hasta que encuentren a alguien que les diga que son hermosas.

Pero, en concreto, ¿qué es un padre? La respuesta del cortometraje es: «un hombre entregado, o la forma masculina de darse». Y para que esto ocurra, deben superarse o eliminarse los modelos del padre ausente, que privilegia el trabajo a la vida familiar; del padre analfabeto afectuoso, que no demuestra sentimientos ni afectos; del padre machista, que cree que el varón es superior a la mujer; y del padre autoritario, que cree que el respeto se gana sólo por la fuerza. A estos modelos negativos y dañinos hay que reemplazarlos por los modelos del padre presente y fuerte, que valora más a la familia que al trabajo, que toma la corresponsabilidad en la educación y el establecimiento de límites en los hijos, y que pone toda su energía al servicio de su familia; del padre afectuoso, capaz de expresar sus sentimientos y su ternura; del padre respetuoso, que valora a su esposa, a sus hijas y a toda mujer, como iguales en dignidad al varón; y del padre que soporta su autoridad en el amor y el respeto.

Se concluye que, para valorar el rol del padre, deben reconocerse antes las diferencias entre padres y madres. Luego, el reconocimiento de nuestras diferencias debe ayudarnos a poner lo que tenemos diferente al servicio de la otra parte, para enriquecer nuestras vidas y las de nuestros hijos, y no para creernos superiores o inferiores. 

El cortometraje termina declarando que la diferencia entre padres y madres es algo bueno para la familia, y por ello es algo que debemos celebrar.

¡Feliz día del padre!

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