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Reflexiones de un padre de familia en aprietos: Cielo, eternidad y perfección —1 de 5—

Iniciamos con la primera parte de Cielo, eternidad y perfección, una de las reflexiones sobre fe y razón elaboradas por un padre de familia consciente de que su esposa y él son los primeros educadores de sus hijos.

Por: Carlos Altamirano-Morales

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Jesús pasa por nuestra historia y nos llama: nos llamó el día de nuestra boda y nos llama hoy

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: «Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio». Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.
Palabra del Señor.

Esta es nuestra vocación de esposos: vivir la plenitud del amor en Él, para que otros esposos y otras familias se pongan a buscar y se dejen encontrar por su mirada, que nunca deja indiferentes

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Dios nos llama a la felicidad, porque nos introduce en la experiencia trinitaria del amor

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«El amor no es un sentimiento pasajero, sino una conquista diaria»

Por: Filippa y Gino Passarello (Alleanza di famiglie)

En este último domingo del año litúrgico, en el que la Iglesia celebra la solemnidad de Cristo Rey, la Palabra de Dios nos propone el discurso de Jesús sobre el juicio final. El único criterio en el juicio será la caridad, serán los gestos de amor, de acogida y de servicio que hayamos sabido aplicar, que darán valor a nuestra vida, que hablarán de nosotros y de nuestra fe. La bendición y la bienaventuranza de Dios no son sólo las recompensas que nos esperan al final de la vida sino las recompensas del amor ya aquí y ahora.

Cuando nos da el don del sacramento del matrimonio, Dios nos llama a la felicidad, porque nos introduce en la experiencia trinitaria del amor, que se convierte en don, en compartir y en servicio a los demás. La familia es el campo de entrenamiento en el que aprendemos que el amor no es un sentimiento pasajero sino una conquista diaria, nunca dada de antemano; un camino hecho de voluntad, de elección, de responsabilidad, a menudo de esfuerzo, y siempre de fidelidad a una vocación. Hoy Jesús nos recuerda que cualquier cosa que le hayamos hecho al más pequeño se la hemos hecho a Él, y el más pequeño, el más pobre es el que no recibe amor, porque el amor da dignidad y sabor a la vida. El verdadero amor promueve, acoge, cura las heridas de los demás, perdona, resucita.

Nuestro cónyuge es el «sacramento» de Jesús. Él es a quien amamos, acogemos y servimos en nuestro cónyuge. Él es a quien reconocemos y contemplamos en su rostro, aunque esté marcado por limitaciones y fragilidades. El evangelio de hoy nos invita a estar vigilantes porque es frecuente el riesgo de cuidar la exterioridad mientras la comunión conyugal se disuelve lentamente bajo el peso de la costumbre y de la falta de cuidado para cambiar el amor por la pretensión y el servicio por el incumplimiento. Sólo la escucha de la Palabra, la Eucaristía y la oración diaria pueden custodiar el don recibido, incluso cuando llega la noche y las pruebas debilitan nuestra voluntad. Si no se alimenta, el amor se apaga, y con él también la luz que, como esposos, estamos llamados a llevar al mundo, donde tantas familias hambrientas, desnudas y encarceladas esperan ser alimentadas con el pan de la caridad, vestidas con el hábito de la esperanza y liberadas con el anuncio del «evangelio» del matrimonio. Nos conforta la certeza de que Jesús, el Buen Pastor, no nos deja solos en los días nublados y sombríos. Nada se pierde si Él está con nosotros. Él venda nuestras heridas y nos lleva siempre a un lugar seguro.

EVANGELIO
Mt 25, 31-46
𝘚𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳á 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘵𝘳𝘰𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘨𝘭𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘺 𝘢𝘱𝘢𝘳𝘵𝘢𝘳á 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘶𝘯𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’. Entonces dirá también a los de la izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’. Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
Palabra del Señor.

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El amor es pérdida, entrega, confianza, gratuidad, apertura, espera sin pretensiones

El amor es pérdida, entrega, confianza, gratuidad, apertura, espera sin pretensiones

Por: María y Sebastiano Fascetta (Alleanza di famiglie).

La parábola evangélica de este domingo 33 del tiempo ordinario es una invitación para «trabajar» en las relaciones con el objetivo alcanzar la plenitud, para humanizarnos al interior de la experiencia conyugal, familiar, social y comunitaria. Dios confía la vida y su amor a nuestras «capacidades». Son diferentes para cada miembro de la pareja, pero ambas necesarias para ese «trabajo» humano y espiritual que requiere el amor. De hecho, el amor es un arte y no un mero sentimiento. Debe desarrollarse, como los talentos de la parábola. El riesgo es esconder el don del amor bajo tierra, guardarlo en una caja fuerte y pensar que ya lo hemos conseguido todo y que ya sabemos todo sobre nuestro cónyuge.

El siervo definido como «malo y perezoso» es aquel que afirma saber. Cree saberlo todo sobre su maestro y por eso esconde el talento por miedo. No se esfuerza por crecer humanamente ni cumple con su vocación humana. Lo mismo ocurre en la vida matrimonial. El amor no es algo dado, no es una realidad estable e inmóvil sino dinámica, que debe «ganarse» cada día y hacerse «fructífera» en cada momento. El siervo «perezoso» piensa en devolver a Dios el talento que ha recibido, pero Dios no quiere que le devolvamos los dones que nos da, sino que nos atrevamos a ser creativos en el amor. La vida matrimonial no es un proyecto predeterminado por Dios, sino una aventura que debemos vivir como verdaderos protagonistas para activar esas capacidades y poner en circulación esos talentos necesarios para crecer como esposos. Dios no quiere que le demos nada a cambio. No es un contador. Él es un Padre. Es el esposo que ama a su esposa.

Dios ama. El amor es pérdida, entrega, confianza, gratuidad, apertura, espera sin pretensiones. Del mismo modo, los cónyuges no deben vivir en exigencias mutuas ni deben encerrarse por miedo ni juzgarse, sino salir a la luz, arriesgarse cada día juntando los talentos recibidos y hacerlos fructificar en el compartir recíproco y en la comprensión. El evangelio es una fuerte invitación a la creatividad del amor.

EVANGELIO
Mt 25, 14-30
𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘴 𝘴𝘪𝘥𝘰 𝘧𝘪𝘦𝘭 𝘦𝘯 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘱𝘰𝘤𝘰 𝘷𝘢𝘭𝘰𝘳, 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘢 𝘵𝘰𝘮𝘢𝘳 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘢𝘭𝘦𝘨𝘳í𝘢 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘴𝘦ñ𝘰𝘳.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue. [El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.]
Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. [Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo:
‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’. El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.
Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’».
Palabra del Señor.

Respondamos con alegría al Esposo que viene: «Aquí estamos, Señor»

Respondamos con alegría al Esposo que viene: «Aquí estamos, Señor»

Por: Soraya y Michele Solaro (Allenza di famiglie).

Permanecer fieles al Señor, hasta el encuentro definitivo con Él, sin que en este camino surjan situaciones capaces de hacer vacilar nuestra fe, no es en modo alguno un hecho. Esta es la razón por la que san Pablo —en la segunda lectura— anima a la comunidad de Tesalónica a no dudar del destino eterno del hombre,«𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘷𝘪𝘷𝘢𝘯 𝘵𝘳𝘪𝘴𝘵𝘦𝘴, 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘯𝘻𝘢» (Cf. 1 Tes 4,13- 18).

El Evangelio de este domingo no sólo pone en evidencia el tema de las bodas de Jesús, el novio que ama a su Iglesia y a toda la humanidad, sino que nos invita a centrarnos en otro aspecto que concierne a nuestra relación con Él, es decir, en la fidelidad. Contando esta parábola, Jesús no sólo se dirige a los que están lejos, sino también a los que lo conocieron, nos habla a nosotros, los matrimonios, que en un determinado momento de nuestra vida hemos comprendido la alta misión a la que hemos sido llamados a partir de el día de nuestro matrimonio.

Nos habla a nosotros, familias, que con dificultad intentamos responder a esta llamada, que tal vez nos desanimamos ante las adversidades de la vida o ante las incomprensiones de los hombres, que tememos no estar a la altura y que dudamos en renovar, cada día, nuestro «Sí».Animados por la Palabra de Dios, queremos emprender un nuevo camino, queremos pedir nuevos dones para que su reino sea visible, ya ahora, a los hombres de nuestro tiempo a través de todo lo que Él quiere realizar también con nosotros.

No nos cansemos nunca de invocar al Espíritu Santo, de buscar la amistad con Jesús y su confianza; dejémonos encontrar por la Sabiduría de Dios (primera lectura), para que nos permita comprender con claridad las decisiones correctas que debemos tomar, para que que no desperdiciemos inútilmente el aceite de nuestra lámpara, el precioso don de la vida.

Demos gracias al Señor porque, a pesar de nuestras infidelidades y de nuestras miserias, Él sigue confiando en nosotros y no deja de buscarnos para confiarnos sus buenos planes. Pidamos al Espíritu Santo el don de la perseverancia, la capacidad de responder con alegría al Esposo que viene: «Aquí estamos, Señor».

EVANGELIO

𝘠𝘢 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘦𝘭 𝘦𝘴𝘱𝘰𝘴𝘰, 𝘴𝘢𝘭𝘨𝘢𝘯 𝘢 𝘴𝘶 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘰.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora». Palabra del Señor.

Debemos actuar coherentemente, así como acompañar y apoyar a los demás en el camino del amor

Debemos actuar coherentemente, así como acompañar y apoyar a los demás en el camino del amor

Debemos actuar coherentemente, así como acompañar y apoyar a los demás en el camino del amor

Por: Magdalena y Carlos Altamirano (DIFAMAlleanza di famgilie)

En el evangelio de este domingo, Jesús nos enseña que todo aquel que tiene una responsabilidad de liderazgo en la formación y en la vida espiritual de otros tiene que mostrar coherencia en su actuar, además de amar, servir y acompañar en todo momento a quienes guía. Si no lo hace así, corre el riesgo de caer en la tentación de buscar solamente el reconocimiento humano, que poco sirve al plan de Dios y que no llevará a la felicidad que se busca.

Todo esto es muy relevante en el matrimonio y en la familia, porque todos apoyamos en la formación y en la vida espiritual de los demás miembros de esta comunidad de vida y amor. Los cónyuges se ayudan entre sí en su formación, los padres guían a los hijos, y los hijos se apoyan entre sí y enseñan también a sus padres. Y, por si fuera poco, la familia como conjunto puede ser ejemplo de amor para otras familias.

Por esto, todos debemos ser conscientes de que nuestra tarea en la evangelización no se limita a la entrega de una enseñanza o de una verdad, con letra minúscula. Para facilitar verdaderamente el encuentro con la Verdad, debemos además actuar coherentemente, así como acompañar y apoyar a los demás en el camino del amor, enfocándonos en sus necesidades, más que en buscar ser reconocidos o en tener un lugar protagónico.

¿Cuántas veces los cónyuges y los padres nos contentamos con propagar máximas morales en la familia, pero ayudamos poco en las labores domésticas o en los problemas de los demás miembros de la familia? ¿Nos damos cuenta del valor que tiene nuestro tiempo, nuestra cercanía, nuestra ternura y nuestro acompañamiento para nuestros seres queridos?

Todos queremos lo mejor para nuestra familia. Por ello, apartémonos de la búsqueda de protagonismo y, en lugar de eso, dejémosle a Dios su lugar principal, tengamos confianza en su palabra y aceptemos que el amor —y no el honor, la ambición, el placer o el poder— es lo único que nos llevará a la felicidad, a nosotros y a nuestros seres queridos. Pidamos al Señor que nos conserve en su paz.

EVANGELIO
Mt 23, 1-12
𝘓𝘰𝘴 𝘧𝘢𝘳𝘪𝘴𝘦𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘤𝘦𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘰𝘴𝘢 𝘺 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘯 𝘰𝘵𝘳𝘢.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.

Dios derrama en nosotros su amor y su gracia que nos hace capaces de amar

Dios derrama en nosotros su amor y su gracia que nos hace capaces de amar

Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di famiglie)

También este domingo el Padre quiere darnos con su Palabra algunas sugerencias preciosas para nuestra vida. En primer lugar, todavía vemos a Jesús siendo «provocado» por los «doctores de la ley».
También nosotros, quién sabe cuántas veces, somos «provocados» por los razonamientos, por las preguntas de quienes nos miran con sospecha y quieren hacernos caer o descubrirnos falaces o incoherentes en aquello que decimos. Jesús nos sugiere cómo vivir «las provocaciones».

Enojarnos, juzgar, quejarnos no sirve de nada, pero como Jesús aprendemos a aprovechar la oportunidad «para dar razón de la esperanza que hay en nosotros», y con dócilidad al Espíritu, que nos sugerirá qué cosas decir, podemos arrojar luz sobre dudas y preguntas provocativas.

Luego, con la respuesta de Jesús, somos iluminados sobre nuestra realidad de hijos creados desde el principio por el amor del Padre, a imagen del Padre y llamados desde el principio a amar como el Padre. Y en ese primer y mayor mandamiento nos explica casi dónde está, quizás, el problema si no logramos amarnos a nosotros mismos y amar con el amor del Padre. Sin ese primer mandamiento, es decir, sin el amor al Padre «con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente» no puede haber amor hacia el prójimo como hacia sí mismo. Y al esforzárnos y crecer cada día en este amor, Dios derrama en nosotros su amor y su gracia que nos hace capaces de amar al prójimo (cónyuge, hijos o cualquier prójimo). Es ese amor el que me hace amarme a mí mismo, porque me hace descubrir que soy amado por Dios con mis límites, y me hace amar al otro que tengo cerca, a pesar de sus límites, con todo mi ser y me enseña a ir más allá de toda dificultad para amar «a cada prójimo» como a mí mismo.

Entonces familias, comprometámonos a hacer más espacio para Dios en nuestra vida diaria, incluso entre las mil cosas por hacer. Comprometámonos a amar a Dios con todo nuestro corazón y nos descubriremos más capaces de amarnos y de amar, y viviremos mejor en la alegría, porque hechos para el amor, vivimos bien sólo en el amor.

Las palabras de Pablo a los tesalonicenses: «[…] su fe en Dios ha llegado a ser conocida […] en todas partes; de tal manera, que nosotros ya no teníamos necesidad de decir nada», se pueden realizar en cada familia que, con su vida, anuncia a todos el amor de Dios.
Amén Aleluya.
(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 22, 34-40
𝘈𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭 𝘚𝘦ñ𝘰𝘳, 𝘵𝘶 𝘋𝘪𝘰𝘴, 𝘺 𝘢 𝘵𝘶 𝘱𝘳ó𝘫𝘪𝘮𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘢 𝘵𝘪 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?». Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas».
Palabra del Señor.

El cuidado de los demás es parte esencial de la fe y del matrimonio cristiano

El cuidado de los demás es parte esencial de la fe y del matrimonio cristiano

Por: Rosa María y Giorgio Middione (Alleanza di famiglie)

En el texto del evangelio de este domingo, los fariseos hacen una pregunta a Jesús, con la esperanza de inducirlo a cometer un crimen contra las leyes imperiales de Roma y condenarlo a muerte, pero Cristo no cae en el engaño. Jesús responde: «Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios»; una frase que es muy utilizada en la jerga común y profana y citada cuando se habla de la relación entre el cristianismo, las instituciones y el poder político.

Si Jesús hubiera respondido que no se pagara (al César), se habría comportado como un rebelde contra el poder constituido; si hubiera dicho que se pagara, al contrario, habría sido considerado un traidor para su propio pueblo. Jesús, en cambio, invita a sus interlocutores a tomar la moneda del tributo, diciendo que había que pagar al César, porque la imagen de la moneda era suya; pero el hombre, cada hombre, porta en sí otra imagen, la de Dios y, por tanto, es a Él y sólo a Él a quien todos deben su propia existencia.

Por lo tanto, es correcto sentirse a título pleno —con derechos y deberes— ciudadanos del estado. Pero pensemos en la otra imagen que está impresa en cada hombre: la imagen de Dios, que es Señor de todo, y nosotros, que fuimos creados «a su imagen», somos hijos de Dios. Por eso preguntémonos hoy, antes que cualquier cosa, ¿a quién pertenecemos? En efecto, el punto central de este evangelio es que, además de las responsabilidades hacia las cosas del mundo, están las cosas de Dios, y todo ser humano es una «cosa» de Dios. Ciertamente, formamos parte del estado nacional, de nuestra familia; estamos insertos en una ciudad, en una comunidad parroquial; desempeñamos un trabajo y pertenecemos a todos estos contextos en los que vivimos; pero antes que nada pertenecemos a Dios. Él es quien nos ha dado todo lo que somos y tenemos hoy, y es fundamental reconocer esta pertenencia y agradecer a Dios por todo esto. El Señor obra en el mundo y nos exhorta a tener sobre este una mirada libre como la de Jesús, que nos lleva a vivir con desprendimiento cada lógica de poder pero, al mismo tiempo, nos permite amar el mundo, involucrándonos en las realidades terrenas, como regalo de Dios.

Como discípulos de Jesús y cristianos, cada esposo y esposa está llamado a trabajar para que en cada ser humano brille ese ícono (imagen) de Dios que tiene impreso en el corazón. El cuidado de los demás es una parte esencial de la fe y del matrimonio cristiano; cuidando, a través de gestos concretos, dando apoyo emocional, estímulo espiritual y recursos físicos.

Pensemos, por ejemplo, en la Sagrada Familia. José tiene una misión que es el centro de la vocación cristiana: Dios le confía ser custodio de María, su esposa, y de Jesús.

Por esto, todo hombre y toda mujer deben ser respetados y queridos, porque son imagen de Dios. Yo, como cónyuge, soy responsable del don que el otro representa para mí y que he recibido de Dios, soy responsable de su felicidad/tristeza, de su serenidad/inquietud, de su salvación espiritual, de su conversión y un día seré llamado a responder ante Dios por todo esto.

Guiados por la luz del Espíritu Santo y de la Virgen María, orientemos nuestra voluntad para entregarlo todo a Dios, fuente de todo bien y rey de todo, permaneciendo libres de cualquier lógica de poder, sin ceder a la tentación de someternos a compromisos y sin dejarnos encantar por lo que es parte del mundo y nos aleja de Dios. Invoquemos la ayuda de Dios para que nos haga fuertes, alegres, acogedores y valientes para volvernos cercanos, capaces de reconocer a Cristo en el rostro del otro que es su imagen.
Amén.
(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 22, 15-21

𝘋𝘦𝘯 𝘢𝘭 𝘊é𝘴𝘢𝘳 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘊é𝘴𝘢𝘳 𝘺 𝘢 𝘋𝘪𝘰𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘋𝘪𝘰𝘴.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo.
Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: «Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie. Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?».
Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: «Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo». Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?». Le respondieron: «Del César». Y Jesús concluyó: «Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».
Palabra del Señor.

«Aquí estamos, Señor», contentos de haber recibido la invitación a la boda

«Aquí estamos, Señor», contentos de haber recibido la invitación a la boda

Señor Dios: En tu casa hay lugar para todos. En tu corazón, reservas un lugar especial para cada uno.

Por: Ivana y Giovanni Granatelli (Alleanza di famiglie).

Queridos hermanos y hermanas, queridos esposos y queridas familias amadas por el Señor, la liturgia de la Palabra de este domingo tiene como tema central el de las «bodas», y repite varias veces la imagen de la mesa, del banquete y de la fiesta nupcial. Dios Padre con tanto amor ha preparado el banquete de bodas de Cristo esposo con su Iglesia esposa, ha preparó una rica comida, un banquete de ricos platillos y suculentos manjares, de vinos excelentes y refinados. «Todo está listo, vengan a la boda», dice el Señor.

Con gran ardor y gran expectativa, Dios nos dirige hoy esta invitación. ¿Cómo responderemos? En el pasaje evangélico, a los invitados parece no gustarles la invitación, incluso la rechazan y prefieren volver a sus quehaceres y negocios, algunos indignados matan a los mensajeros del feliz anuncio.

Estamos ante una paradoja: por un lado está Dios, que desea compartir su proyecto de bien, paz y amor con sus hijos, y quiere estar en comunión con ellos y regocijarse junto a ellos por la eternidad; y por el otro lado están los hijos, que no aceptan la gracia y muestran que tienen un corazón de piedra, incapaces de acoger y corresponder su amor, y que están demasiado llenos para sentarse a la mesa puesta.

Muchos, incluso en nuestros días, llenan su vida de cosas inútiles, vanas e inservibles, llegando a veces hasta el disgusto. Pero nosotros, esposos y familias cristianas, aunque caemos y nos enfrentamos diariamente con nuestra frágil y pobre humanidad, conocemos bien y vivimos la belleza y la grandeza del amor nupcial, que se realiza plenamente por la gracia del sacramento del matrimonio. Incluso en medio de crisis e incertidumbres, límites, tensiones y heridas, guardamos un gran tesoro: somos custodios de un «gran misterio» de amor divino y humano y de una promesa viva de felicidad.

Dios nos pregunta: «¿También ustedes quieren irse? ¿También ustedes están llenos y no tienen necesidad de mí? ¿También ustedes quieren mantenerme fuera de su vida, ignorándome o sustituyéndome a la ligera?

Señor Dios: En tu casa hay lugar para todos. En tu corazón, reservas un lugar especial para cada uno. Iluminados por el Espíritu Santo, queremos decir «Aquí estamos, Señor». Estamos muy contentos de haber recibido la invitación a la boda, para participar del banquete. Nos sentimos honrados de haber sido elegidos y llamados a sentarnos como comensales alrededor tu mesa.
Gracias, porque somos hijos amados y elegidos. Mucha gente espera todavía la invitación, en las plazas, en las esquinas y en los cruces de las calles, en los suburbios aislados y remotos del mundo… Envíanos a nosotros, que ya hemos probado tu bondad, tu misericordia y tus maravillas, para que podamos decir con firmeza a los descorazonados, a los oprimidos y afligidos: «Vengan y vean qué bueno es el Señor».
Amén, Aleluya.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 22, 1-10
𝘊𝘰𝘯𝘷𝘪𝘥𝘦𝘯 𝘢𝘭 𝘣𝘢𝘯𝘲𝘶𝘦𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘣𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘢 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦𝘯.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: «El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: ‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados».
Palabra del Señor.

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