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Debemos actuar coherentemente, así como acompañar y apoyar a los demás en el camino del amor

Debemos actuar coherentemente, así como acompañar y apoyar a los demás en el camino del amor

Debemos actuar coherentemente, así como acompañar y apoyar a los demás en el camino del amor

Por: Magdalena y Carlos Altamirano (DIFAMAlleanza di famgilie)

En el evangelio de este domingo, Jesús nos enseña que todo aquel que tiene una responsabilidad de liderazgo en la formación y en la vida espiritual de otros tiene que mostrar coherencia en su actuar, además de amar, servir y acompañar en todo momento a quienes guía. Si no lo hace así, corre el riesgo de caer en la tentación de buscar solamente el reconocimiento humano, que poco sirve al plan de Dios y que no llevará a la felicidad que se busca.

Todo esto es muy relevante en el matrimonio y en la familia, porque todos apoyamos en la formación y en la vida espiritual de los demás miembros de esta comunidad de vida y amor. Los cónyuges se ayudan entre sí en su formación, los padres guían a los hijos, y los hijos se apoyan entre sí y enseñan también a sus padres. Y, por si fuera poco, la familia como conjunto puede ser ejemplo de amor para otras familias.

Por esto, todos debemos ser conscientes de que nuestra tarea en la evangelización no se limita a la entrega de una enseñanza o de una verdad, con letra minúscula. Para facilitar verdaderamente el encuentro con la Verdad, debemos además actuar coherentemente, así como acompañar y apoyar a los demás en el camino del amor, enfocándonos en sus necesidades, más que en buscar ser reconocidos o en tener un lugar protagónico.

¿Cuántas veces los cónyuges y los padres nos contentamos con propagar máximas morales en la familia, pero ayudamos poco en las labores domésticas o en los problemas de los demás miembros de la familia? ¿Nos damos cuenta del valor que tiene nuestro tiempo, nuestra cercanía, nuestra ternura y nuestro acompañamiento para nuestros seres queridos?

Todos queremos lo mejor para nuestra familia. Por ello, apartémonos de la búsqueda de protagonismo y, en lugar de eso, dejémosle a Dios su lugar principal, tengamos confianza en su palabra y aceptemos que el amor —y no el honor, la ambición, el placer o el poder— es lo único que nos llevará a la felicidad, a nosotros y a nuestros seres queridos. Pidamos al Señor que nos conserve en su paz.

EVANGELIO
Mt 23, 1-12
𝘓𝘰𝘴 𝘧𝘢𝘳𝘪𝘴𝘦𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘤𝘦𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘰𝘴𝘢 𝘺 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘯 𝘰𝘵𝘳𝘢.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.

Dios derrama en nosotros su amor y su gracia que nos hace capaces de amar

Dios derrama en nosotros su amor y su gracia que nos hace capaces de amar

Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di famiglie)

También este domingo el Padre quiere darnos con su Palabra algunas sugerencias preciosas para nuestra vida. En primer lugar, todavía vemos a Jesús siendo «provocado» por los «doctores de la ley».
También nosotros, quién sabe cuántas veces, somos «provocados» por los razonamientos, por las preguntas de quienes nos miran con sospecha y quieren hacernos caer o descubrirnos falaces o incoherentes en aquello que decimos. Jesús nos sugiere cómo vivir «las provocaciones».

Enojarnos, juzgar, quejarnos no sirve de nada, pero como Jesús aprendemos a aprovechar la oportunidad «para dar razón de la esperanza que hay en nosotros», y con dócilidad al Espíritu, que nos sugerirá qué cosas decir, podemos arrojar luz sobre dudas y preguntas provocativas.

Luego, con la respuesta de Jesús, somos iluminados sobre nuestra realidad de hijos creados desde el principio por el amor del Padre, a imagen del Padre y llamados desde el principio a amar como el Padre. Y en ese primer y mayor mandamiento nos explica casi dónde está, quizás, el problema si no logramos amarnos a nosotros mismos y amar con el amor del Padre. Sin ese primer mandamiento, es decir, sin el amor al Padre «con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente» no puede haber amor hacia el prójimo como hacia sí mismo. Y al esforzárnos y crecer cada día en este amor, Dios derrama en nosotros su amor y su gracia que nos hace capaces de amar al prójimo (cónyuge, hijos o cualquier prójimo). Es ese amor el que me hace amarme a mí mismo, porque me hace descubrir que soy amado por Dios con mis límites, y me hace amar al otro que tengo cerca, a pesar de sus límites, con todo mi ser y me enseña a ir más allá de toda dificultad para amar «a cada prójimo» como a mí mismo.

Entonces familias, comprometámonos a hacer más espacio para Dios en nuestra vida diaria, incluso entre las mil cosas por hacer. Comprometámonos a amar a Dios con todo nuestro corazón y nos descubriremos más capaces de amarnos y de amar, y viviremos mejor en la alegría, porque hechos para el amor, vivimos bien sólo en el amor.

Las palabras de Pablo a los tesalonicenses: «[…] su fe en Dios ha llegado a ser conocida […] en todas partes; de tal manera, que nosotros ya no teníamos necesidad de decir nada», se pueden realizar en cada familia que, con su vida, anuncia a todos el amor de Dios.
Amén Aleluya.
(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 22, 34-40
𝘈𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘢𝘭 𝘚𝘦ñ𝘰𝘳, 𝘵𝘶 𝘋𝘪𝘰𝘴, 𝘺 𝘢 𝘵𝘶 𝘱𝘳ó𝘫𝘪𝘮𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘢 𝘵𝘪 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?». Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas».
Palabra del Señor.

El cuidado de los demás es parte esencial de la fe y del matrimonio cristiano

El cuidado de los demás es parte esencial de la fe y del matrimonio cristiano

Por: Rosa María y Giorgio Middione (Alleanza di famiglie)

En el texto del evangelio de este domingo, los fariseos hacen una pregunta a Jesús, con la esperanza de inducirlo a cometer un crimen contra las leyes imperiales de Roma y condenarlo a muerte, pero Cristo no cae en el engaño. Jesús responde: «Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios»; una frase que es muy utilizada en la jerga común y profana y citada cuando se habla de la relación entre el cristianismo, las instituciones y el poder político.

Si Jesús hubiera respondido que no se pagara (al César), se habría comportado como un rebelde contra el poder constituido; si hubiera dicho que se pagara, al contrario, habría sido considerado un traidor para su propio pueblo. Jesús, en cambio, invita a sus interlocutores a tomar la moneda del tributo, diciendo que había que pagar al César, porque la imagen de la moneda era suya; pero el hombre, cada hombre, porta en sí otra imagen, la de Dios y, por tanto, es a Él y sólo a Él a quien todos deben su propia existencia.

Por lo tanto, es correcto sentirse a título pleno —con derechos y deberes— ciudadanos del estado. Pero pensemos en la otra imagen que está impresa en cada hombre: la imagen de Dios, que es Señor de todo, y nosotros, que fuimos creados «a su imagen», somos hijos de Dios. Por eso preguntémonos hoy, antes que cualquier cosa, ¿a quién pertenecemos? En efecto, el punto central de este evangelio es que, además de las responsabilidades hacia las cosas del mundo, están las cosas de Dios, y todo ser humano es una «cosa» de Dios. Ciertamente, formamos parte del estado nacional, de nuestra familia; estamos insertos en una ciudad, en una comunidad parroquial; desempeñamos un trabajo y pertenecemos a todos estos contextos en los que vivimos; pero antes que nada pertenecemos a Dios. Él es quien nos ha dado todo lo que somos y tenemos hoy, y es fundamental reconocer esta pertenencia y agradecer a Dios por todo esto. El Señor obra en el mundo y nos exhorta a tener sobre este una mirada libre como la de Jesús, que nos lleva a vivir con desprendimiento cada lógica de poder pero, al mismo tiempo, nos permite amar el mundo, involucrándonos en las realidades terrenas, como regalo de Dios.

Como discípulos de Jesús y cristianos, cada esposo y esposa está llamado a trabajar para que en cada ser humano brille ese ícono (imagen) de Dios que tiene impreso en el corazón. El cuidado de los demás es una parte esencial de la fe y del matrimonio cristiano; cuidando, a través de gestos concretos, dando apoyo emocional, estímulo espiritual y recursos físicos.

Pensemos, por ejemplo, en la Sagrada Familia. José tiene una misión que es el centro de la vocación cristiana: Dios le confía ser custodio de María, su esposa, y de Jesús.

Por esto, todo hombre y toda mujer deben ser respetados y queridos, porque son imagen de Dios. Yo, como cónyuge, soy responsable del don que el otro representa para mí y que he recibido de Dios, soy responsable de su felicidad/tristeza, de su serenidad/inquietud, de su salvación espiritual, de su conversión y un día seré llamado a responder ante Dios por todo esto.

Guiados por la luz del Espíritu Santo y de la Virgen María, orientemos nuestra voluntad para entregarlo todo a Dios, fuente de todo bien y rey de todo, permaneciendo libres de cualquier lógica de poder, sin ceder a la tentación de someternos a compromisos y sin dejarnos encantar por lo que es parte del mundo y nos aleja de Dios. Invoquemos la ayuda de Dios para que nos haga fuertes, alegres, acogedores y valientes para volvernos cercanos, capaces de reconocer a Cristo en el rostro del otro que es su imagen.
Amén.
(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 22, 15-21

𝘋𝘦𝘯 𝘢𝘭 𝘊é𝘴𝘢𝘳 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘊é𝘴𝘢𝘳 𝘺 𝘢 𝘋𝘪𝘰𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘋𝘪𝘰𝘴.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo.
Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: «Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie. Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?».
Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: «Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo». Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?». Le respondieron: «Del César». Y Jesús concluyó: «Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».
Palabra del Señor.

«Aquí estamos, Señor», contentos de haber recibido la invitación a la boda

«Aquí estamos, Señor», contentos de haber recibido la invitación a la boda

Señor Dios: En tu casa hay lugar para todos. En tu corazón, reservas un lugar especial para cada uno.

Por: Ivana y Giovanni Granatelli (Alleanza di famiglie).

Queridos hermanos y hermanas, queridos esposos y queridas familias amadas por el Señor, la liturgia de la Palabra de este domingo tiene como tema central el de las «bodas», y repite varias veces la imagen de la mesa, del banquete y de la fiesta nupcial. Dios Padre con tanto amor ha preparado el banquete de bodas de Cristo esposo con su Iglesia esposa, ha preparó una rica comida, un banquete de ricos platillos y suculentos manjares, de vinos excelentes y refinados. «Todo está listo, vengan a la boda», dice el Señor.

Con gran ardor y gran expectativa, Dios nos dirige hoy esta invitación. ¿Cómo responderemos? En el pasaje evangélico, a los invitados parece no gustarles la invitación, incluso la rechazan y prefieren volver a sus quehaceres y negocios, algunos indignados matan a los mensajeros del feliz anuncio.

Estamos ante una paradoja: por un lado está Dios, que desea compartir su proyecto de bien, paz y amor con sus hijos, y quiere estar en comunión con ellos y regocijarse junto a ellos por la eternidad; y por el otro lado están los hijos, que no aceptan la gracia y muestran que tienen un corazón de piedra, incapaces de acoger y corresponder su amor, y que están demasiado llenos para sentarse a la mesa puesta.

Muchos, incluso en nuestros días, llenan su vida de cosas inútiles, vanas e inservibles, llegando a veces hasta el disgusto. Pero nosotros, esposos y familias cristianas, aunque caemos y nos enfrentamos diariamente con nuestra frágil y pobre humanidad, conocemos bien y vivimos la belleza y la grandeza del amor nupcial, que se realiza plenamente por la gracia del sacramento del matrimonio. Incluso en medio de crisis e incertidumbres, límites, tensiones y heridas, guardamos un gran tesoro: somos custodios de un «gran misterio» de amor divino y humano y de una promesa viva de felicidad.

Dios nos pregunta: «¿También ustedes quieren irse? ¿También ustedes están llenos y no tienen necesidad de mí? ¿También ustedes quieren mantenerme fuera de su vida, ignorándome o sustituyéndome a la ligera?

Señor Dios: En tu casa hay lugar para todos. En tu corazón, reservas un lugar especial para cada uno. Iluminados por el Espíritu Santo, queremos decir «Aquí estamos, Señor». Estamos muy contentos de haber recibido la invitación a la boda, para participar del banquete. Nos sentimos honrados de haber sido elegidos y llamados a sentarnos como comensales alrededor tu mesa.
Gracias, porque somos hijos amados y elegidos. Mucha gente espera todavía la invitación, en las plazas, en las esquinas y en los cruces de las calles, en los suburbios aislados y remotos del mundo… Envíanos a nosotros, que ya hemos probado tu bondad, tu misericordia y tus maravillas, para que podamos decir con firmeza a los descorazonados, a los oprimidos y afligidos: «Vengan y vean qué bueno es el Señor».
Amén, Aleluya.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 22, 1-10
𝘊𝘰𝘯𝘷𝘪𝘥𝘦𝘯 𝘢𝘭 𝘣𝘢𝘯𝘲𝘶𝘦𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘣𝘰𝘥𝘢𝘴 𝘢 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦𝘯.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: «El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: ‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados».
Palabra del Señor.

Todos somos «herederos» de un pedazo de cielo

Todos somos «herederos» de un pedazo de cielo

Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie)

Una vez más, por tercer domingo consecutivo, el evangelio hace referencia a la imagen de la viña. ¿Por qué esta insistencia por parte de Jesús? Y luego, ¿qué debe representar la viña para nosotros?
Evidentemente, la viña es un «lugar», el terreno que nos ha sido dado a nosotros, «esposos fieles», en el cual el Señor nos llama a trabajar, y representa en cierto sentido nuestra vida de pareja. ¿Podemos decir con certeza que Jesús, el heredero, el que nos dio acceso al Reino de los cielos, es siempre bienvenido en nuestra casa? ¿Es suficiente creer en él, desear estar con él, ser consciente de que él en persona «habita» nuestra relación, si luego todo esto no se traduce en vida encarnada?

Las soluciones a las crisis familiares, o de las relaciones de pareja, hay que buscarlas precisamente en el terreno que nos ha sido confiado. Con demasiada frecuencia, nos sentimos desanimados ante las pruebas que encontramos a lo largo de nuestra vida, o bien, inadecuados ante las exigencias que requiere el amor incondicional. Sin embargo, no nos damos cuenta de que todos somos «herederos» de un pedazo de cielo, y que caminamos, con los pies sucios de tierra, por el camino de la santidad.

Dejemos entonces que el Señor entre y visite su viña, que nos recuerde a qué estamos llamados, cuál es nuestra herencia y la responsabilidad que conlleva, para que las familias que a partir de hoy nos encontraremos puedan ver, a través de nuestra pobre humanidad , que con Jesús todo es posible, que todo tiene solución, pero que sin él verdademente nada podemos hacer.
Soraya y Michele.
(Traducido del original en italiano).

𝘋𝘦 𝘚𝘢𝘯 𝘑𝘶𝘢𝘯 𝘗𝘢𝘣𝘭𝘰 𝘐𝘐:
𝘗𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘩𝘢𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘳𝘦𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘳 𝘦𝘭 𝘱𝘶𝘦𝘴𝘵𝘰 𝘴𝘪𝘯𝘨𝘶𝘭𝘢𝘳 𝘲𝘶𝘦, 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘢𝘮𝘱𝘰, 𝘤𝘰𝘳𝘳𝘦𝘴𝘱𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘢 𝘭𝘰 𝘦𝘴𝘱𝘰𝘴𝘰𝘴 𝘺 𝘢 𝘭𝘢𝘴 𝘧𝘢𝘮𝘪𝘭𝘪𝘢𝘴 𝘤𝘳𝘪𝘴𝘵𝘪𝘢𝘯𝘢𝘴, 𝘦𝘯 𝘷𝘪𝘳𝘵𝘶𝘥 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘨𝘳𝘢𝘤𝘪𝘢 𝘳𝘦𝘤𝘪𝘣𝘪𝘥𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘴𝘢𝘤𝘳𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘚𝘶 𝘮𝘪𝘴𝘪ó𝘯 𝘥𝘦𝘣𝘦 𝘱𝘰𝘯𝘦𝘳𝘴𝘦 𝘢𝘭 𝘴𝘦𝘳𝘷𝘪𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘦𝘥𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘐𝘨𝘭𝘦𝘴𝘪𝘢 𝘺 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘵𝘳𝘶𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦𝘭 𝘙𝘦𝘪𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘋𝘪𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢. 𝘌𝘴𝘵𝘰 𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘦𝘹𝘪𝘨𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘰𝘣𝘦𝘥𝘪𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘥ó𝘤𝘪𝘭 𝘢 𝘊𝘳𝘪𝘴𝘵𝘰 𝘚𝘦ñ𝘰𝘳. É𝘭, 𝘦𝘯 𝘦𝘧𝘦𝘤𝘵𝘰, 𝘦𝘯 𝘷𝘪𝘳𝘵𝘶𝘥 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘵𝘳𝘪𝘮𝘰𝘯𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘣𝘢𝘶𝘵𝘪𝘻𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘦𝘭𝘦𝘷𝘢𝘥𝘰 𝘢 𝘴𝘢𝘤𝘳𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘦𝘳𝘦 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘦𝘴𝘱𝘰𝘴𝘰𝘴 𝘤𝘳𝘪𝘴𝘵𝘪𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘦𝘤𝘶𝘭𝘪𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘢𝘱ó𝘴𝘵𝘰𝘭𝘦𝘴, 𝘦𝘯𝘷𝘪á𝘯𝘥𝘰𝘭𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘰𝘣𝘳𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘢 𝘴𝘶 𝘷𝘪ñ𝘢, 𝘺, 𝘥𝘦 𝘮𝘢𝘯𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘤𝘪𝘢𝘭, 𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘢𝘮𝘱𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘧𝘢𝘮𝘪𝘭𝘪𝘢. (𝘍𝘢𝘮𝘪𝘭𝘪𝘢𝘳𝘪𝘴 𝘊𝘰𝘯𝘴𝘰𝘳𝘵𝘪𝘰, 71).

EVANGELIO
Mt 21, 33-43
𝘈𝘳𝘳𝘦𝘯𝘥𝘢𝘳á 𝘦𝘭 𝘷𝘪ñ𝘦𝘥𝘰 𝘢 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘷𝘪ñ𝘢𝘥𝘰𝘳𝘦𝘴.
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: «Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.
Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?» Ellos le respondieron: «Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo».
Entonces Jesús les dijo: «¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Palabra del Señor.

Debemos esforzarnos por amar, pero no con un amor cualquiera, sino por amar con el mismo amor de Jesús

Debemos esforzarnos por amar, pero no con un amor cualquiera, sino por amar con el mismo amor de Jesús

Por: Daniela y Giuseppe Gulino (Alleanza di famiglie)

En el evangelio de hoy encontramos, una vez más, una viña como escenario de una historia de vida familiar. Un padre y sus hijos, hijos contradictorios, son los protagonistas de la historia. El padre les pide a ambos que trabajen en su viña: el primero responde inmediatamente que sí, pero luego no va, mientras el segundo no quiere ir, pero luego se arrepiente y va.

Inevitablemente, estos hijos traen a la mente a otro Hijo, un Hijo «obediente hasta muerte y muerte de Cruz», espejo y modelo del perfecto «sí» al Padre, ejemplo supremo de obediencia que todos nosotros, «hijos en el Hijo» , estamos llamados a imitar.

Dos invitaciones en particular quisimos plasmar y subrayar en esta historia para nosotros, los esposos.

La primera invitación es a la coherencia. Los dos hermanos dicen una cosa y luego hacen otra. ¿Cuántas veces somos incoherentes con nuestro cónyuge? Nos esforzamos en parecer diferentes de lo que somos, ostentamos una perfección, una sabiduría, capacidades y ganas de querer hacer algo que en realidad no tenemos. Nuestro cónyuge nos fue entregado para ayudarnos a ser nosotros mismos, a ser libres de esas máscaras que no duran y que nos asfixian, libres para mostrar nuestros defectos, nuestros límites, pero también nuestras cualidades junto con la belleza que allí habita.

La segunda invitación es a no juzgar. Los dos hermanos parecen ser de una manera y luego son de otra. ¿Cuántas veces decimos acoger y amar a nuestro cónyuge tal como es y en lugar de eso luchamos cada día en el intento de cambiarlo más a nuestro gusto?

De quien esta cerca, no vemos más que los aspectos externos. Sólo Dios escudriña los corazones y las mentes y conoce las dificultades, los sufrimientos, las fatigas y las heridas de cada uno; sólo Él puede juzgar y evaluar los corazones. Toda persona dispone de recursos insospechados y, por la gracia de Dios, todos pueden cambiar para mejor. Jesús lo creyó y lo demostró con Zaqueo, con la adúltera, con el ladrón arrepentido y con cada uno de nosotros.

Debemos esforzarnos por amar, pero no con un amor cualquiera, sino por amar con el mismo amor de Jesús: este no es un sentimiento que surge espontáneamente, sino una elección que hay que hacer y repetir cada día.

Cada día, el Padre nos dirige su invitación: a trabajar en su viña, que en primer lugar es nuestra familia, a ser coherentes y obedientes según el ejemplo de Jesús, a decir nuestro sí, pero con la actitud de quien sabe que no merece nada más que la culpa y la condenación, como la de los publicanos; y no con la actitud de los ancianos del pueblo, que son buenas personas y piensan que ya han hecho suficiente para merecer el cielo y la estima del Padre.

El Evangelio es siempre una novedad, el publicano escucha la invitación del Padre y se asombra y comprende que el Padre le está proponiendo hacer algo nuevo junto con Él, a pesar de su pecado, de su debilidad, y de su fragilidad. Por eso las prostitutas nos precederán, porque han comprendido que es con el mismo amor verdadero, profundo y sanador que han recibido, con el que deben amar a los demás. ¡Que cada uno de nosotros pueda escuchar cada día la invitación siempre nueva del Padre!

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 21, 28-32
𝘌𝘭 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘩𝘪𝘫𝘰 𝘴𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘦𝘱𝘪𝘯𝘵𝘪ó 𝘺 𝘧𝘶𝘦. – 𝘓𝘰𝘴 𝘱𝘶𝘣𝘭𝘪𝘤𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘺 𝘭𝘢𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘴𝘵𝘪𝘵𝘶𝘵𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘭𝘦𝘴 𝘩𝘢𝘯 𝘢𝘥𝘦𝘭𝘢𝘯𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘙𝘦𝘪𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘋𝘪𝘰𝘴.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» Ellos le respondieron: «El segundo».

Entonces Jesús les dijo: «Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él».
Palabra del Señor.

La envidia surge cada vez que hacemos comparaciones, sin valorar lo que tenemos y somos

La envidia surge cada vez que hacemos comparaciones, sin valorar lo que tenemos y somos

Por: María y Sebastiano Fascetta (Alleanza di famiglie)

El Evangelio de hoy se centra en la generosidad, gratuidad y libertad de Dios hacia nosotros. De hecho, todos estamos llamados a «trabajar en la viña», es decir, a hacernos humanos mediante el trabajo interior y el cuidado de las relaciones, en cualquier momento y estación de nuestra existencia.

Incluso los llamados en el último momento reciben el mismo amor que aquellos que han trabajado toda su vida. Dios no actúa hacia nosotros según criterios meritocráticos, su amor es siempre sobreabundante y excedente. Nosotros también estamos llamados a ser del mismo modo, en particular, en la vida familiar, donde no faltan ocasiones para encerrarnos en nuestro propio egoísmo y buscar exclusivamente nuestro propio beneficio.

Amar es siempre un acto desinteresado, gratuito, libre de cualquier cálculo, interés propio o beneficio individual. Amar es no buscarse a uno mismo en los demás, de lo contrario, el amor conyugal y paterno se convierte en una forma sutil de chantaje con vistas a un resultado inmediato.

También la envidia encuentra espacio dentro de la vida de pareja. Esto sucede siempre que no nos alegramos de la diversidad entre el hombre y la mujer o de los dones diversos que posee cada miembro de la familia. La envidia surge cada vez que hacemos comparaciones, queremos ser como el otro y queremos las cosas del otro, sin valorar en cambio lo que tenemos y somos. El envidioso es ciego, porque no ve al otro y no se ve a sí mismo. La envidia genera violencia y el deseo de posesión.

El Evangelio nos invita a redescubrir lo esencial para vivir relaciones fecundas: la gentileza y la generosidad, el cuidado y la atención y aprender a alegrarnos del don del cónyuge, de los hijos… y de uno mismo. No hay amor por los demás si no hay amor por uno mismo. Sólo en la medida en que nosotros mismos estemos en paz podremos superar la envidia de quienes quieren ser «primeros» respecto a los demás.
(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 20, 1-16a
¿𝘝𝘢𝘴 𝘢 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘮𝘦 𝘳𝘦𝘯𝘤𝘰𝘳 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘣𝘶𝘦𝘯𝘰?
✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo». Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: «¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?» Ellos le respondieron: «Porque nadie nos ha contratado». Él les dijo: «Vayan también ustedes a mi viña».
Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: «Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros». Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.
Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: «Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor».
Pero él respondió a uno de ellos: «Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?»
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos».
Palabra del Señor.

Nuestras familias son imperfectas; en camino hacia la santidad, pero siempre están necesitadas de experimentar la salvación, la sanación y la liberación

Nuestras familias son imperfectas; están en camino hacia la santidad, pero siempre están necesitadas de experimentar la salvación, la sanación y la liberación

Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie).

El hilo conductor de las lecturas de este domingo es el perdón. Si alcanzamos a detenernos unos instantes, meditando la Palabra de Dios, podremos ver cuánta necesidad de ser perdonados y de perdonar hay en cada uno de nosotros y cómo esta carencia determina significativamente nuestro modo de relacionarnos con los demás, empezando por nuestro cónyuge, nuestros hijos y nuestros parientes más cercanos.

Sin embargo, la acción de perdonar no es un hecho. El primer obstáculo está inserto en nuestra propia humanidad, esa naturaleza caída heredada con el pecado original. Por este motivo, el perdón implica desapego, renuncia y esfuerzo, que toman forma con la decisión de amar al otro. El perdón presupone subir a la cruz junto con Jesús. Es allí donde el Señor perfeccionó el mandamiento del amor. De modo específico, nosotros, los cónyuges, recibimos sacramentalmente esta capacidad, y nuestra manera de amarnos no depende de nuestras aptitudes humanas, sino que se injerta y vive en el mismo e idéntico amor de Jesús, que nos habilita para entregarnos, amarnos y perdonarnos como Él lo hace con la Iglesia y con toda la humanidad.

Nuestras familias son imperfectas; están en camino hacia la santidad, pero siempre están necesitadas de experimentar la salvación, la sanación y la liberación. El primer paso hacia la «vida nueva», capaz de hacernos experimentar los frutos espirituales de la gracia, depende de nosotros. Decidámonos por el perdón y dejemos que Jesús entre en nuestra vida y en nuestras relaciones, haciendo nuestras las palabras del Salmo: «El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades».

Feliz domingo.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 18, 21-35
𝘠𝘰 𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘯𝘰 𝘴ó𝘭𝘰 𝘴𝘪𝘦𝘵𝘦 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴, 𝘴𝘪𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘴𝘦𝘵𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘦𝘵𝘦.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete».
Entonces Jesús les dijo: «El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo». El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: «Págame lo que me debes». El compañero se le arrodilló y le rogaba: «Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo». Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: «Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?» Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor.

«Amar es buscar que el otro desarrolle su capacidad de amar»

«Amar es buscar que el otro desarrolle su capacidad de amar»

Por: Magdalena y Carlos AltamiranoMorales (DIFAM Zacatecas – Alleanza di famiglie)

Las lecturas de este domingo nos muestran una dimensión más amplia del amor, por el cual buscamos voluntariamente el bien de la otra persona. Esta es una gran lección para todas las familias, pues en la familia es donde los seres humanos aprendemos a amar.

En la segunda lectura, San Pablo nos recuerda que amar es evitar hacer daño al prójimo. Sin embargo, antes, en la primera lectura, Ezequiel nos hace ver que no vivimos aislados y que todos somos parte de una comunidad, en la que somos responsables los unos de los otros. Por lo tanto, amar no es sólo evitar hacer el mal, sino hacer el bien. Por eso, amar es también buscar que el otro desarrolle su capacidad de amar, y esto implica que no dañe a los demás y que no se dañe a sí mismo. El no comprender esto nos lleva a confundir la tolerancia con la indiferencia, la cual es contraria al amor.

Amar no es simplemente ser una persona agradable, y caerle bien a todos, sino que implica hablar y decir la verdad, aunque en ocasiones incomode; aunque nos lleve a amonestar a nuestros seres amados. Claro, siempre y cuando la amonestación sea por su bien y no para defender nuestro honor o nuestro prestigio. Hacer esto suele ser difícil. Por eso, en el evangelio, Jesús nos muestra la manera correcta de poner en práctica la «corrección fraterna». Escuchamos que Jesús nos indica que la corrección primero debe realizarse de manera directa y en privado, buscando mantener la cercanía y la reputación del otro. Si el amonestado no nos hace caso, se busca, de manera progresiva repetir la amonestación, primero acompañados de una o dos personas cercanas, y luego de la comunidad. Si aun así, la otra persona no hace caso, Jesús nos pide tratarlo como a un pagano o a un publicano, pero al modo de Jesús. Recordemos la manera en que Jesús trataba a los publicanos y a los paganos: Él nunca se daba por vencido. Por eso, la última parte del evangelio es muy esperanzadora. Él nos recuerda que, si dos de nosotros nos ponemos de acuerdo para pedir algo, lo que sea, nuestro Padre nos lo concederá. Esto es, nos invita a vivir en su presencia y a orar por quien no ha querido escucharnos.

Recordemos que para Dios nada es imposible, y que la familia es donde aprendemos que el amor no tolera la indiferencia, que debemos cuidar la manera de amonestar al otro, teniendo en cuenta su reputación, y que, con nuestras palabras, acciones y oraciones, siempre podemos hacer algo por quien ha perdido el camino. El salmista nos recuerda: «Señor, que no seamos sordos a tu voz».

EVANGELIO
Mt 18, 15-20
𝘚𝘪 𝘵𝘶 𝘩𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘵𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢, 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘳á𝘴 𝘴𝘢𝘭𝘷𝘢𝘥𝘰.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano. Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos».
Palabra del Señor.

Jesús ha adquirido para nosotros, la vida verdadera que sabe alegrarse no de lo que tiene sino de lo que es, no de lo que recibe sino de lo que da

Jesús ha adquirido para nosotros, la vida verdadera que sabe alegrarse no de lo que tiene sino de lo que es, no de lo que recibe sino de lo que da

Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di famiglie).

El evangelio de esta semana comienza con una reprimenda a Pedro, «tu modo de pensar no es el de Dios…», que Jesús nos haría muchas veces a las familias cristianas, cuando, como Pedro, vivimos la tentación de rechazar el sufrimiento y queremos resolver cada cosa sin pasar por el crisol del dolor. Cuando, frente a desilusiones y malentendidos, elegimos la cerrazón y no el diálogo, cuando en la traición, en la falta de amor, elegimos no perdonar o la venganza, cuando en lugar de tender la mano a los que están en dificultad, elegimos el juicio, cuando frente a las dificultades conyugales elegimos la separación y no el esfuerzo de empezar de nuevo, cuando no tenemos fe ni esperanza en nuestro futuro y nos angustiamos perdiendo de vista lo que importa, Jesús nos repite: «Su modo de pensar no es el de Dios… ».

Sólo si aprendemos a pensar del modo de Dios podremos aceptar la invitación exigente de Jesús, que de otro modo sería bastante absurda.

A Pedro, y a cada uno de nosotros, Jesús nos propone (no impone): «Si quieres seguirme…».

𝗥𝗲𝗻𝘂𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗮 𝘁𝗶 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗼: No te hagas esclavo del otro, sino libérate de tus egoísmos, de tus proyectos, de tus pensamientos que condicionan tus relaciones en la familia y más allá, para aprender a acoger y a amar a tu cónyuge, a tus hijos, a cada hermano en su diversidad, después de haber «renunciado a encuadrarlos en tus esquemas».

𝗧𝗼𝗺𝗮 𝘁𝘂 𝗰𝗿𝘂𝘇: No sufriendo el dolor ni dejándote aplastar por la prueba, sino a la manera de Jesús, que hace de la cruz la manifestación del amor más grande. Toma y acoge las dificultades que la vida te presenta, incluso las más grandes, como oportunidades para aprender a amar a la manera divina, para descubrirte capaz, en la potencia del Espíritu que nos habita, de amar como Jesús, y entonces también tu cruz será «gloriosa».

𝗤𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮 𝘀𝗮𝗹𝘃𝗮𝗿 𝘀𝘂 𝘃𝗶𝗱𝗮: ¿Qué daño hay, diríamos, en querer salvar la vida? ¿Pero, de qué tipo de vida estamos hablando? Ciertamente, no de la vida hecha de apariencias, de realizaciones a toda costa y de alegrías efímeras. Esta es la vida que debemos estar dispuestos a perder para ganar la vida plena que Jesús ha adquirido para nosotros, la vida verdadera que sabe alegrarse no de lo que tiene sino de lo que es, no de lo que recibe sino de lo que da. Sólo así podremos seguir a Jesús: CAMINO, VERDAD y VIDA.

Señor, concédenos, como Jeremías, poder decirte como familia «me sedujiste, Señor, y me dejé seducir», para seguirte también por los caminos del amor, a veces tortuosos y difíciles, y para experimentar y dar testimonio de la belleza, la grandeza y la profundidad del amor que has derramado en nuestros corazones y en nuestras familias. Amén, aleluya.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 16, 21-27.
𝘌𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘮𝘪𝘨𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘳𝘦𝘯𝘶𝘯𝘤𝘪𝘦 𝘢 𝘴í 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: «No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti». Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!» Luego Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras».
Palabra del Señor.

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