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Nuestras familias son imperfectas; en camino hacia la santidad, pero siempre están necesitadas de experimentar la salvación, la sanación y la liberación

Nuestras familias son imperfectas; están en camino hacia la santidad, pero siempre están necesitadas de experimentar la salvación, la sanación y la liberación

Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie).

El hilo conductor de las lecturas de este domingo es el perdón. Si alcanzamos a detenernos unos instantes, meditando la Palabra de Dios, podremos ver cuánta necesidad de ser perdonados y de perdonar hay en cada uno de nosotros y cómo esta carencia determina significativamente nuestro modo de relacionarnos con los demás, empezando por nuestro cónyuge, nuestros hijos y nuestros parientes más cercanos.

Sin embargo, la acción de perdonar no es un hecho. El primer obstáculo está inserto en nuestra propia humanidad, esa naturaleza caída heredada con el pecado original. Por este motivo, el perdón implica desapego, renuncia y esfuerzo, que toman forma con la decisión de amar al otro. El perdón presupone subir a la cruz junto con Jesús. Es allí donde el Señor perfeccionó el mandamiento del amor. De modo específico, nosotros, los cónyuges, recibimos sacramentalmente esta capacidad, y nuestra manera de amarnos no depende de nuestras aptitudes humanas, sino que se injerta y vive en el mismo e idéntico amor de Jesús, que nos habilita para entregarnos, amarnos y perdonarnos como Él lo hace con la Iglesia y con toda la humanidad.

Nuestras familias son imperfectas; están en camino hacia la santidad, pero siempre están necesitadas de experimentar la salvación, la sanación y la liberación. El primer paso hacia la «vida nueva», capaz de hacernos experimentar los frutos espirituales de la gracia, depende de nosotros. Decidámonos por el perdón y dejemos que Jesús entre en nuestra vida y en nuestras relaciones, haciendo nuestras las palabras del Salmo: «El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades».

Feliz domingo.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 18, 21-35
𝘠𝘰 𝘵𝘦 𝘥𝘪𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘦𝘳𝘥𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘯𝘰 𝘴ó𝘭𝘰 𝘴𝘪𝘦𝘵𝘦 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴, 𝘴𝘪𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘴𝘦𝘵𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘦𝘵𝘦.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete».
Entonces Jesús les dijo: «El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo». El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: «Págame lo que me debes». El compañero se le arrodilló y le rogaba: «Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo». Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: «Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?» Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor.

«Amar es buscar que el otro desarrolle su capacidad de amar»

«Amar es buscar que el otro desarrolle su capacidad de amar»

Por: Magdalena y Carlos AltamiranoMorales (DIFAM Zacatecas – Alleanza di famiglie)

Las lecturas de este domingo nos muestran una dimensión más amplia del amor, por el cual buscamos voluntariamente el bien de la otra persona. Esta es una gran lección para todas las familias, pues en la familia es donde los seres humanos aprendemos a amar.

En la segunda lectura, San Pablo nos recuerda que amar es evitar hacer daño al prójimo. Sin embargo, antes, en la primera lectura, Ezequiel nos hace ver que no vivimos aislados y que todos somos parte de una comunidad, en la que somos responsables los unos de los otros. Por lo tanto, amar no es sólo evitar hacer el mal, sino hacer el bien. Por eso, amar es también buscar que el otro desarrolle su capacidad de amar, y esto implica que no dañe a los demás y que no se dañe a sí mismo. El no comprender esto nos lleva a confundir la tolerancia con la indiferencia, la cual es contraria al amor.

Amar no es simplemente ser una persona agradable, y caerle bien a todos, sino que implica hablar y decir la verdad, aunque en ocasiones incomode; aunque nos lleve a amonestar a nuestros seres amados. Claro, siempre y cuando la amonestación sea por su bien y no para defender nuestro honor o nuestro prestigio. Hacer esto suele ser difícil. Por eso, en el evangelio, Jesús nos muestra la manera correcta de poner en práctica la «corrección fraterna». Escuchamos que Jesús nos indica que la corrección primero debe realizarse de manera directa y en privado, buscando mantener la cercanía y la reputación del otro. Si el amonestado no nos hace caso, se busca, de manera progresiva repetir la amonestación, primero acompañados de una o dos personas cercanas, y luego de la comunidad. Si aun así, la otra persona no hace caso, Jesús nos pide tratarlo como a un pagano o a un publicano, pero al modo de Jesús. Recordemos la manera en que Jesús trataba a los publicanos y a los paganos: Él nunca se daba por vencido. Por eso, la última parte del evangelio es muy esperanzadora. Él nos recuerda que, si dos de nosotros nos ponemos de acuerdo para pedir algo, lo que sea, nuestro Padre nos lo concederá. Esto es, nos invita a vivir en su presencia y a orar por quien no ha querido escucharnos.

Recordemos que para Dios nada es imposible, y que la familia es donde aprendemos que el amor no tolera la indiferencia, que debemos cuidar la manera de amonestar al otro, teniendo en cuenta su reputación, y que, con nuestras palabras, acciones y oraciones, siempre podemos hacer algo por quien ha perdido el camino. El salmista nos recuerda: «Señor, que no seamos sordos a tu voz».

EVANGELIO
Mt 18, 15-20
𝘚𝘪 𝘵𝘶 𝘩𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘵𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘤𝘩𝘢, 𝘭𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘳á𝘴 𝘴𝘢𝘭𝘷𝘢𝘥𝘰.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano. Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos».
Palabra del Señor.

Jesús ha adquirido para nosotros, la vida verdadera que sabe alegrarse no de lo que tiene sino de lo que es, no de lo que recibe sino de lo que da

Jesús ha adquirido para nosotros, la vida verdadera que sabe alegrarse no de lo que tiene sino de lo que es, no de lo que recibe sino de lo que da

Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di famiglie).

El evangelio de esta semana comienza con una reprimenda a Pedro, «tu modo de pensar no es el de Dios…», que Jesús nos haría muchas veces a las familias cristianas, cuando, como Pedro, vivimos la tentación de rechazar el sufrimiento y queremos resolver cada cosa sin pasar por el crisol del dolor. Cuando, frente a desilusiones y malentendidos, elegimos la cerrazón y no el diálogo, cuando en la traición, en la falta de amor, elegimos no perdonar o la venganza, cuando en lugar de tender la mano a los que están en dificultad, elegimos el juicio, cuando frente a las dificultades conyugales elegimos la separación y no el esfuerzo de empezar de nuevo, cuando no tenemos fe ni esperanza en nuestro futuro y nos angustiamos perdiendo de vista lo que importa, Jesús nos repite: «Su modo de pensar no es el de Dios… ».

Sólo si aprendemos a pensar del modo de Dios podremos aceptar la invitación exigente de Jesús, que de otro modo sería bastante absurda.

A Pedro, y a cada uno de nosotros, Jesús nos propone (no impone): «Si quieres seguirme…».

𝗥𝗲𝗻𝘂𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗮 𝘁𝗶 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗼: No te hagas esclavo del otro, sino libérate de tus egoísmos, de tus proyectos, de tus pensamientos que condicionan tus relaciones en la familia y más allá, para aprender a acoger y a amar a tu cónyuge, a tus hijos, a cada hermano en su diversidad, después de haber «renunciado a encuadrarlos en tus esquemas».

𝗧𝗼𝗺𝗮 𝘁𝘂 𝗰𝗿𝘂𝘇: No sufriendo el dolor ni dejándote aplastar por la prueba, sino a la manera de Jesús, que hace de la cruz la manifestación del amor más grande. Toma y acoge las dificultades que la vida te presenta, incluso las más grandes, como oportunidades para aprender a amar a la manera divina, para descubrirte capaz, en la potencia del Espíritu que nos habita, de amar como Jesús, y entonces también tu cruz será «gloriosa».

𝗤𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮 𝘀𝗮𝗹𝘃𝗮𝗿 𝘀𝘂 𝘃𝗶𝗱𝗮: ¿Qué daño hay, diríamos, en querer salvar la vida? ¿Pero, de qué tipo de vida estamos hablando? Ciertamente, no de la vida hecha de apariencias, de realizaciones a toda costa y de alegrías efímeras. Esta es la vida que debemos estar dispuestos a perder para ganar la vida plena que Jesús ha adquirido para nosotros, la vida verdadera que sabe alegrarse no de lo que tiene sino de lo que es, no de lo que recibe sino de lo que da. Sólo así podremos seguir a Jesús: CAMINO, VERDAD y VIDA.

Señor, concédenos, como Jeremías, poder decirte como familia «me sedujiste, Señor, y me dejé seducir», para seguirte también por los caminos del amor, a veces tortuosos y difíciles, y para experimentar y dar testimonio de la belleza, la grandeza y la profundidad del amor que has derramado en nuestros corazones y en nuestras familias. Amén, aleluya.

(Traducido del original en italiano).

EVANGELIO
Mt 16, 21-27.
𝘌𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘪𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘮𝘪𝘨𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘳𝘦𝘯𝘶𝘯𝘤𝘪𝘦 𝘢 𝘴í 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰.

✠ Del santo Evangelio según san Mateo.
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: «No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti». Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!» Luego Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras».
Palabra del Señor.

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