
¿Qué cosa prevalece en nuestras familias, el juicio o la misericordia?
Por: Ermelinda y Franco Cidonelli (Alleanza di famiglie).
La Cuaresma es el tiempo favorable para experimentar la misericordia de Dios, para redescubrirnos como «nuevas criaturas», amadas y libres, y la parábola contada por Jesús en el evangelio de este domingo nos abre a esta perspectiva, en la cual cada uno de nosotros puede sentirse objeto del inmenso amor del Padre.
¡Es tiempo de misericordia! Así parece decir el evangelio de este quinto domingo de Cuaresma. La Cuaresma es tiempo de conversión, pero es tiempo de misericordia. Y si la semana pasada contemplamos la misericordia del Padre que acoge y va al encuentro del hijo que regresa después de haberse equivocado, hoy nos invita a ser misericordiosos como el Padre con quien se equivoca.
¡Misericordiosos y no jueces! Es más fácil juzgar, condenar a los que han infringido la ley. Pero el Padre nos invita a superar el juicio y la condenación, recordándonos que nadie está libre de pecado. Como dice San Pablo en la segunda lectura: «No quiero decir que haya logrado ya ese ideal o que sea ya perfecto, pero me esfuerzo en conquistarlo».
A nosotros, el evangelio quiere cuestionarnos qué cosa prevalece en nuestras familias: ¿el juicio o la misericordia? Y esto no sólo hacia fuera, hacia las familias o los hermanos a nuestro alrededor, a los que vemos en el error o en el pecado, sino también y sobre todo dentro de nuestra familia. Tu cónyuge o tus hijos, cuando están en el error, en la fragilidad humana, cuando se «equivocan», incluso en una confrontación, ¿son objeto de juicio, de condenación y de resentimiento, o de cuidado y de misericordia?
Quizás, a menudo, olvidamos que el cónyuge y los hijos nos han sido confiados no para ser juzgados, incluso cambiados para bien (esto lo hace el Padre), sino para ser acogidos, disculpados, perdonados, aliviados, amados, en el nombre del Padre.
Como dice el Papa Francisco, solo si somos conscientes de haber recibido misericordia, de estar continuamente necesitados de misericordia, podemos a nuestra vez ser misericordiosos con aquellos con quienes nos encontramos; sabremos tener esa buena mirada que levanta; sabremos ser hermanos y hermanas; podremos estar en la presencia de Dios para interceder, no por nuestra propia salvación y consuelo, sino por los demás.
Oremos: Ayúdanos, Señor, a recordar siempre que somos «misericordiados» para poder, prontamente como Tú, «misericordiar».
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra.
✠ Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba. Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra». Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo. Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él. Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?» Ella le contestó: «Nadie, Señor». Y Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar».
Palabra del Señor.