Por: Lina y Dino Cristadoro (Alleanza di famiglie).
Un ángel y una joven: Gabriel y María de Nazaret. ¡Qué asombro por la belleza de este diálogo! Y ese «sí», el sí de María que nos dio el Salvador.
Una muchacha que recibe el anuncio más hermoso que una mujer puede recibir: ¡ser madre! No entiende cómo puede suceder esto. Sin embargo, incluso en medio de la inquietud y del miedo, no duda en poner todo su ser al servicio de una palabra: la Palabra que se hace carne, de su carne.
¿Qué hace que una muchacha sencilla sea la madre del Salvador? ¿Qué trae la sombra del Altísimo para cubrirla con su amor para darnos al Creador? Un corazón acogedor, una vida que se ofreció para ofrecer: «yo soy la esclava del Señor».
¡Cuántas veces en nuestra vida no entendemos el plan de Dios! ¡Cuántas veces somos incapaces de decirle al Señor: «cúmplase en mí lo que me has dicho». Necesitamos ir a la escuela de María para aprender a confiar siempre en Dios, para aprender a esperar, para correr «rápido» hacia tantas Isabeles que están en nuestra vida, en nuestra familia; para guardar todo en tu corazón.
María Reina, María, madre que amamanta, que acrecienta, educa, ama a su Jesús, ¡nuestro Jesús! Entre una vida normal, diaria y familiar, con amable ternura ella miraba, contemplaba, admiraba y servía a ese hijo, temblando por él, presagiando el camino futuro.
María, mujer y madre de familia que tenía esta singular habilidad. Todo se volvía diferente en sus manos. De una mujer sencilla había pasado a ser diferente. De muchacha terrenal se había convertido en Madre de Dios. Su hogar se había convertido en santuario. Allí vivió verdaderamente la segunda persona de la Santísima Trinidad en cuerpo, sangre, alma y divinidad.
Si bien hoy asistimos a menudo al colapso de las familias, nos es permitido penetrar en el calor de la familia de Nazaret para captar la fragancia del perfume de su amor: amor mutuo, amor ilimitado, amor puro, amor desinteresado, amor generoso.
«La casa de María es también la casa de la familia». Así lo subrayó el Papa, según el cual «en la delicada situación del mundo actual, la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer asume una importancia y una misión esenciales». «Es necesario redescubrir el plan trazado por Dios para la familia, reafirmar su grandeza y su carácter insustituible al servicio de la vida y de la sociedad». «En la casa de Nazaret, María vivió la multiplicidad de las relaciones familiares como hija, novia, esposa y madre. Por eso, cada familia, en sus diferentes componentes, encuentra aquí acogida e inspiración para vivir su identidad» (Papa Francisco, Santuario de Loreto, 25 de marzo de 2019).
Es muy importante para nosotros, familias cristianas, aprender a vivir dentro de las paredes domésticas, donde viven y se reúnen todas las personas con quienes estamos unidos, según el modelo de la Sagrada Familia. Que nuestros hogares se conviertan verdaderamente en santuarios de la presencia de Jesús. Que María nos enseñe el camino y nos allane el camino, ella ¡que «ha hallado gracia ante Dios»!
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
✠ Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin». María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que me has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia.
Palabra del Señor.