Por: Filippa y Gino Passarello (Alleanza di famiglie).
El protagonista del evangelio de este segundo domingo de Adviento no es Juan Bautista sino la Palabra de Dios que, en el desierto, viene sobre Juan y lo hace un profeta, un precursor, invitándonos a la conversión. Esta página es una advertencia para todos: acoger la salvación de Dios implica una profunda revisión de la vida, un camino a contracorriente que nos compromete a rebajar las montañas de la soberbia, del orgullo, de la prepotencia, de la autosuficiencia y a allanar los caminos impermeables de la mentalidad de nuestro tiempo, que se entrega al egoísmo, al hedonismo, a la prevaricación, a la búsqueda de la propia realización a cualquier precio y del bienestar material.
Esta palabra nos recuerda también a nosotros, las familias, que acoger la salvación de Dios es acoger y vivir en plenitud la llamada recibida a ser signo y lugar de su amor por los hombres. Por supuesto, hay una conversión personal, pero hay también una llamada a la conversión que se entrelaza con nuestro camino como esposos y como familias, y nos empuja a un cambio de rumbo, de mentalidad, a dejar la vida tranquila para dejarnos cuestionar por la Palabra de Dios. Es tiempo de preguntarnos si en nuestra vida familiar, y entre nosotros, los esposos, se han levantado las montañas del egoísmo, de la incomprensión, del juicio, de la resignación sigilosa, de los gestos habituales y los vacíos que hieren y mortifican al amor, y qué tan tortuosos se han vuelto los caminos del diálogo, de la comprensión, de la aceptación y del perdón recíproco.
Acoger la salvación para nosotros es permitir que el Espíritu Santo cambie nuestros ojos y nuestro corazón para que podamos ver al otro con los ojos y el corazón de Dios y para que podamos reflejar, incluso en la pobreza de nuestra vida, su presencia en medio de los hombres y su amor incondicional. El evangelio subraya que la Palabra de Dios desciende sobre Juan en el desierto. Es necesario que también nosotros, los esposos, para convertirnos en «palabra», en «anuncio», nos dejemos encontrar por la palabra en el silencio y en el desierto de la oración, porque es allí donde Dios nos habla de corazón a corazón, nos enseña a amar y a leer nuestra historia a la luz de su llamada y de la misión que nos ha confiado, a leerla como parte de un proyecto mayor.
Espíritu Santo, Espíritu de Jesús, haz que nuestras familias sean un seno que sepa acoger y custodiar la palabra para dársela a los hombres de nuestro tiempo que, sin saberlo, buscan a Dios y a su luz.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Todos verán la salvación de Dios.
✠ Del santo Evangelio según san Lucas 3, 1-6
En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías. Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicaciones del profeta Isaías: «Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios».
Palabra del Señor.