Por: Ivana y Giovanni Granatelli (Alleanza di famiglie).
Queridos hermanos y hermanas, queridos esposos, queridas familias amadas por el Señor:
La liturgia de la Palabra de hoy nos invita a una reflexión profunda sobre el matrimonio y nos estimula a buscar las raíces del proyecto de Dios para la pareja y, por tanto, para la familia. El tema es la belleza del matrimonio, del amor conyugal e indisoluble entre un hombre y una mujer que se comprometen a ello en condiciones de absoluta paridad, reciprocidad y dignidad. Los esposos comparten la misma vocación y forman parte de un único diseño salvífico, «una historia de salvación», como dice el Papa Francisco. El matrimonio es ciertamente un regalo maravilloso, divino, de inestimable valor, pero aun así frágil y, por lo tanto, debe custodiarse con cuidado. Es necesario vigilar y velar incesantemente. El matrimonio es un suelo sagrado habitado por Dios; es una realidad estupenda, salida de las manos, de la mente y del corazón del Altísimo. No se trata de un simple contrato entre dos personas, sino que es obra de Dios. Es una realidad profunda en la que Dios está involucrado y por eso el matrimonio debe ser respetado y honrado. Es Dios el autor del amor, de la unión y de la comunión. Es él quien une la vida de los esposos y los hace una cosa nueva, hace de los dos una sola carne, y el Espíritu Santo, que habita por siempre en su relación, hace crecer la aceptación, el perdón y la comprensión. Dios se fía de los esposos, toma en serio sus promesas y estipula con ellos una alianza. Dios cree en el amor único, en la posibilidad de vivir juntos y amarse durante toda su vida y Jesús frente a la pregunta insidiosa de los fariseos, no se detiene en la ley y no duda en ir al origen, por eso explica con claridad la voluntad del Creador, su pensamiento, su sueño: que ninguno esté solo, sin una seguridad, una ayuda que, a pesar de la diversidad, le corresponde. Jesús, con su discurso sobre el adulterio, da un vuelco a la ideología tradicional. Aquello que el hombre, por la dureza de su corazón, había intentado sofocar, finalmente toma un respiro en Jesús.
La palabra de Dios vuelve a la vida y su eco llega a nosotros. ¡Qué hermosa es la palabra del Padre en labios del Hijo, pronunciada en el espíritu de amor, de sabiduría y de verdad! Jesús no se escandaliza de nosotros, no se vuelve para otro lado cuando se encuentra de frente a nuestros pecados, a los fracasos de nuestra pareja, a los problemas familiares, a las infidelidades, a las separaciones. Jesús se detiene ante las heridas de cada familia y nos enseña el amor trinitario, un amor infalible que nunca falla, sólido, fiel e infalible. Jesús nos dice: «Sean signo visible, en el mundo, del gran amor de Dios». Es evidente que no hay recetas para que nuestro amor sea perfecto pero podemos hacer todo lo posible para construir un buen diálogo en nuestras relaciones, una escucha provechosa, un enfrentamiento pacífico. Podemos comprometernos a vivir la misericordia a diario, a custodiar la fidelidad, a aumentar la confianza y la esperanza, a perseverar en nuestro camino de pareja, incluso cuando «permanecer» nos cuesta trabajo y parece más simple huir. Podemos aprender a no idealizar a las situaciones o a las personas, para no decepcionarnos cuando menos lo esperamos, porque en la vida cotidiana no solo hay «rosas y flores» sino también las «espinas» que a veces duelen. Y finalmente, podemos intentar acompañar a nuestros jóvenes, desorientados y confundidos, por los diferentes modelos de familia con los cuales se enfrentan en nuestra sociedad, y podemos ayudarlos a conocer, comprender y hacer suyo el mensaje de Jesús sobre la belleza de lo masculino y de lo femenino, sobre la belleza del matrimonio, un mensaje a contracorriente, un proyecto y un estilo de vida difícil pero no imposible.
Como niños, sencillos y confiados, queremos acoger todo de Dios, sin pretensiones y sin miedo, ponernos en sus manos, saber esperar y creer que Él vendrá y nos salvará. Señor, tú lo sabes todo. Si tenemos frío o si estamos en duda, Tú lo sabes. Si nos hemos equivocado, si hemos orado, si no nos has respondido, si estamos decepcionados, Tú lo sabes. Si te hemos buscado, si estamos en pena, si no lo logramos, Tú lo sabes. Tu mirada está sobre nosotros, Tu Espíritu está cerca de nosotros. Haznos comprender que Tú, oh, Dios, no puedes equivocarte y no puedes mentir, porque Tú eres fiel. Envíanos tu palabra y asegúranos tu ayuda. Tú eres nuestro Dios y queremos darte Gloria mientras vengas. Amén. Aleluya.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
𝘓𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘋𝘪𝘰𝘴 𝘶𝘯𝘪ó, 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘭𝘰 𝘴𝘦𝘱𝘢𝘳𝘦 𝘦𝘭 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦.
✠ Del santo Evangelio según san Marcos 10, 2-16.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?» Él les respondió: «¿Qué les prescribió Moisés?» Ellos contestaron: «Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa». Jesús les dijo: «Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola cosa. De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre». Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: «Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio». [Después de esto, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo. Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos].
Palabra del Señor.