Por: Soraya y Michele Solaro (Alleanza di famiglie).
Parece que el Evangelio de este domingo nos invita a hacer una reflexión, que pueda ayudarnos a verificar nuestra fe en Jesús y nuestra relación con Él. Pedro, aunque proclamando abiertamente su fe, deja transparentar, poco después, la idea distorsionada que se había hecho de Jesús, reconocido como el hijo de Dios que era, pero que debería actuar según los criterios del mundo.
Si no acogemos realmente la presencia de Jesús en nuestra familia, en nuestra vida de pareja, el amor de Dios corre el riesgo de convertirse en un accesorio, un ideal compartido, pero nada más. La mayor dificultad, que a menudo pone en crisis a las familias, consiste precisamente en hacer todo pensando y actuando «no según Dios, sino según los hombres».
Muchas veces caemos en la tentación de querer llegar a soluciones inmediatas, sin tener en cuenta mínimamente el hecho de que Dios está realmente con nosotros y quiere nuestro bien. El mundo, de cierto modo, razonablemente nos ha acostumbrado a solucionar problemas de diversos géneros apoyándonos en los expertos: cuestiones económicas, financieras, legales, sanitarias, relacionales, pero Jesús no es un «solucionador» de problemas. Nuestra confianza en Él no puede reducirse solo a esto. En realidad, Él quiere darnos mucho más, Él quiere hacerse cargo de toda nuestra existencia, quiere hacernos experimentar su cercanía haciéndonos entrar en una relación nueva con Él.
El «negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo» quiere decir estar dispuesto a aceptar plenamente la vida que Él nos da. Cada vez que, en una situación difícil, reconocemos y aceptamos nuestros límites o aquellos de nuestro cónyuge, así como los de nuestros hijos, sin pretender resolver todo solamente con nuestras fuerzas, estamos realizando un acto de fe, estamos, en cierto sentido, «negándonos» a nosotros mismos para dar espacio a la voluntad divina.
Los eventos de la vida no son hechos marginales; todo puede ser vivido como una oportunidad que contribuye a nuestro bien, que nos permite fiarnos de Dios, crecer en el conocimiento de Jesús y entrar siempre en más confianza con Él. Así, poco a poco nos daremos cuenta de que la fe no es más algo abstracto o una consolación efímera, sino que es certeza de una cercanía nueva del Dios que se ha encarnado y habita en nuestra casa y en la parte más íntima de nuestra persona.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
«Tú eres el Mesías». -Es necesario que el Hijo del hombre padezca mucho
✠ Del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas». Entonces él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le respondió: «Tú eres el Mesías». Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día. Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: «¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres». Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará».
Palabra del Señor.