Por: Rosa Maria y Giorgio Middione (Alleanza di famiglie).
En el evangelio de este domingo, Jesús usa un lenguaje duro pero decidido para verificar la sinceridad de la fe de sus discípulos. El Señor habla a nuestro corazón y nos pide que realicemos una elección.
En nuestra vida de pareja, en nuestras familias, nos dejamos fascinar por las palabras de Jesús, prometiéndonos aceptar toda su voluntad, obedeciendo sus mandamientos para seguirlo a todas partes, llevando su palabra, pero luego, prácticamente en la vida cotidiana, no siempre mantenemos nuestros buenos propósitos porque no siempre es fácil permanecer coherentes con lo que propone el evangelio.
Por ejemplo, cuando a nuestra vida familiar llegan las desilusiones, las penas, y los sufrimientos, éstas ponen a prueba nuestra fe, que podría vacilar. Además, existe la tendencia a afrontar cada dificultad solo, con las propias pequeñas fuerzas humanas y no porque Dios nos haya abandonado, sino porque le hemos cerrado la puerta del corazón pensando que podemos bastarnos a nosotros mismos.
Nuestra vida cotidiana llena de insidias y tribulaciones a veces nos lleva a perdernos a nosotros mismos, perdiendo de vista lo que es bueno y lo que es malo, y luego puede resultar difícil amar a nuestro prójimo más cercano, ya sea nuestro cónyuge, nuestro hijo, nuestro hermano, o la hermana que el Señor nos ha confiado. Qué difícil puede llegar a ser perdonar o amar a nuestros enemigos, y aceptar la contrariedad que a veces la vida nos presenta.
Es en estos momentos difíciles cuando el Señor nos deja libres para elegir si nos vamos y nos alejamos, o permanecemos en Él y con Él. Nos pide un acto de fe. Pero quien decida seguirlo debe aceptar a Jesús y su misterio, confiando en cada palabra suya. De hecho, Jesús nos ha dado un alimento eucarístico que dura por la eternidad y nosotros debemos buscarlo para recibir este inmenso regalo.
Reflexionemos, entonces, en la respuesta de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». Aceptar el don del sacramento del matrimonio significa decirle a Dios: ¿Adónde iremos los dos sin ti? Sin ti nos sentimos perdidos, desorientados. Solo tú tienes palabras de vida eterna, solo en ti podemos nutrirnos de la comida que nos trae la eternidad.
Solo a ti, Señor Dios, podemos confiar nuestra existencia porque tu palabra nos da vida, porque es la palabra de salvación que nos saca de nuestros sepulcros. Señor, da vida a nuestros corazones heridos y danos esperanza y valor en la desesperación. Dios, tú eres nuestro apoyo y tu continua misericordia para nosotros es curación y consuelo: solo tú nos salvas; tu gracia y benevolencia nos levanta de nuestras caídas.
«¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. Cristo no es un elemento accesorio: es el “pan vivo”, el alimento indispensable. Adherirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino» (Papa Francisco, Ángelus – Plaza de San Pedro, domingo 23 de agosto de 2015). Amén.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
✠ Del santo Evangelio según san Juan 6, 60-69
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida». Al oír sus palabras, muchos discípulos de Jesús dijeron: «Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?» Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen». (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También ustedes quieren dejarme?» Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor.