Por: Alessandra y Luca Monsecato (Alleanza di famiglie).
¡Cuántas veces tenemos la sensación de ser como barcos a merced de la tempestad! La página del Evangelio de este domingo nos ayuda a ver nuestra vida como un viaje continuo, a menudo sacudido por eventos inesperados e impredecibles que nos hacen cambiar los planes, y que nos hacen sentir en peligro. Así como los discípulos despiertan a Jesús que duerme, también nosotros en ciertas situaciones tenemos la impresión de que Él no nos está cuidando y que se ha olvidado. Al interior de nuestra vida familiar y de pareja, las tempestades estallan a menudo: una traición, la pérdida de un trabajo, una enfermedad, un luto, un hijo que se mete en problemas. Es precisamente en estos momentos que damos espacio al miedo, la angustia y el nerviosismo que inevitablemente se apodera de nosotros.
Al contrario de lo que pensamos, Jesús está siempre a nuestro lado, no va a ningún lado, se queda ahí: el problema verdadero es que no somos capaces de percibir su presencia real y concreta. Ser discípulos de Jesús no significa esperar que nuestra familia sea inmune a las tempestades, sino significa enfrentarlas con la conciencia de que, en Él, y solo en Él, encontramos la fuerza para afrontar todo esto: significa tener una fe firme que no nos haga dudar y que nos lleve a la conciencia de que las pruebas también forman parte de esa historia de salvación que Jesús ha proyectado para nosotros. Don Luigi Epicoco escribe: «La fe es desobedecer al miedo». Pero ¿cómo se hace para no responder a las llamadas del miedo? Nosotros, los esposos, debemos aprender a rezar con más fuerza al Espíritu Santo, consolador por excelencia. Es el Espíritu quien nos ayuda a ver a Jesús en nuestra historia, a recordar las maravillas que ha obrado en nuestra vida familiar y de pareja. La oración en pareja, en virtud del sacramento del matrimonio, representa una vía maestra para llegar al corazón de Dios. Los cónyuges que se arrodillan juntos para adorar a Jesús en la Eucaristía obtienen una fuerza mayor para afrontar las dificultades cotidianas, haciéndose en la carne testimonios concretos del amor de Dios.
Pidamos al Espíritu Santo que nos acompañe siempre en nuestros periodos de prueba, en los momentos en los cuales la barca parece que está por hundirse, para que podamos ver a Jesús presente, siempre dispuesto a cuidar de nuestra familia.
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?
✠ Del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla del lago». Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas. De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» El se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: «¡Cállate, enmudece!» Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: «¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?» Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?».
Palabra del Señor.