Por: Maria y Sebastiano Fascetta (Alleanza di famiglie).
El evangelio compara el Reino de Dios con una «semilla de mostaza», algo muy pequeño, de poca ostentación, casi invisible. Amarnos significa ser fieles en lo «poco», en las cosas pequeñas, aparentemente insignificantes para la lógica consumista y arrogante.
El reino de Dios se despliega en la sencillez de los gestos vividos con cuidado y atención, envueltos e impregnados de silencio respetuoso, de pudor y de expectación confiada. No es fácil controlar las propias presunciones y dejar que el otro madure según su propio tiempo. No es fácil educar a los hijos con paciencia, tratando de fomentar la posibilidad de liberación en lugar de imponer decisiones dictadas por el miedo y la ansiedad. No es nada fácil asumir con seriedad y amor los propios miedos sin volcarlos sobre la pareja. Para esto es necesario darse tiempo, dar tiempo a la relación conyugal, aprender a armonizar la diversidad, estar dispuesto a entrar en la situación del otro saliendo del caparazón del egoísmo, trabajando duro para erradicar las zarzas y espinas que intentan sofocar la buena semilla del amor.
El pasaje evangélico quiere despertar en nosotros lectores una atención particular a la presencia amorosa de Dios en nuestros corazones, en los pliegues de nuestra vida, en los barrancos de nuestra existencia, en los rincones oscuros de nuestras casas, en la sencillez de nuestras relaciones, provocándonos la acogida de su Palabra, orientando nuestra mirada hacia el desarrollo ordinario del Reino de Dios en nuestra carne.
Dirijámonos unánimemente a Dios Padre con renovada confianza: «Venga tu Reino en el silencio amoroso y acogedor de nuestro corazón. Sana la tierra árida de nuestras vidas para que germinen la belleza y la armonía. Danos un corazón paciente capaz de resistir la impaciente preocupación de poseer y consumir. Venga tu Reino a nuestros hogares, palabras, propósitos y decisiones, para que podamos disfrutar, en la sencillez de nuestros días, de la sobria embriaguez del Espíritu».
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
El hombre siembra su campo, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece.
✠ Del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha». Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra». Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.