Por: Filippa y Gino Passarello (Alleanza di famiglie).
«¡Cristo ha resucitado, aleluya!» Este grito, que ha traspasado el silencio de la muerte, es el grito de asombro y de exaltación del miserable, del prisionero, del descorazonado ante el misterio de la luz que estalla en las tinieblas, de la esperanza que aniquila el miedo, y de la vida que vence a la muerte y rompe todas las cadenas. La Pascua es la victoria del amor incondicional, capaz de hacer nuevas todas las cosas, y nos exhorta, como familias, a tener coraje, el coraje de no rendirnos ante las pruebas, el coraje de amar más cuando el amor es rechazado y herido, el coraje creer que de las heridas de la pasión, que inevitablemente tocan a nuestras familias, puede fluir un río de consuelo y curación.
Jesús resucitado es el esposo que camina con nosotros, que renueva cada día el vino nuevo de la caridad, que multiplica el pan de la alegría. Él derriba la piedra del sepulcro que aprisiona a tantas, demasiadas, familias y nos ofrece una nueva mirada a nuestra historia de esposos, que se entrelaza con la suya y se convierte en signo y memoria, y nos entrega la palma de la victoria con la invitación a ser luz para quienes viven en la oscuridad de la desilusión, del amor-posesión, de la seducción del placer; nos invita a ser levadura, fermento y signo de eternidad en un tiempo que ha dejado de mirar al cielo y ha perdido el horizonte de eternidad.
𝘚𝘢𝘯 𝘑𝘶𝘢𝘯 𝘗𝘢𝘣𝘭𝘰 𝘐𝘐. «Queridas familias: ustedes deben ser también valientes y estar dispuestas siempre a dar testimonio de la esperanza que tienen (cf. 1 P 3, 15), porque ha sido depositada en el corazón de ustedes por el buen Pastor mediante el Evangelio. Deben estar dispuestas a seguir a Cristo hacia los pastos que dan la vida y que él mismo ha preparado con el misterio pascual de su muerte y resurrección».
«¡No tengan miedo de los riesgos! ¡La fuerza divina es mucho más potente que las dificultades de ustedes! Inmensamente más grande que el mal, que actúa en el mundo, es la eficacia del sacramento de la reconciliación, llamado acertadamente por los Padres de la Iglesia «segundo bautismo»». (Carta 𝘎𝘳𝘢𝘵𝘪𝘴𝘴𝘪𝘮𝘢𝘮 𝘚𝘢𝘯𝘦 a las familias, n. 18).
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
É𝘭 𝘥𝘦𝘣í𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘶𝘤𝘪𝘵𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰𝘴.
✠ Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.