Por: Rosaria y Franco Billeci (Allenza di famiglie).
Jesús pasa en medio de nosotros y nos sana. Nos regenera con la gracia del bautismo y nos renueva, como esposos, mediante el sacramento del matrimonio. Las dificultades de nuestra vida conyugal y familiar no pueden afrontarse ni resolverse solamente con soluciones humanas, sino poniendo en manos de Dios, a través de la oración de pareja, todo lo que preocupa y «abruma» al corazón. Dejemos, pues, que Jesús entre en nuestras relaciones heridas. Él nos escuchará y nos responderá, se acercará, aproximándose a nuestro dolor sin evitarlo; nos tomará firmemente de la mano y tranquilizándonos nos dirá: «Ánimo, ya no estás solo».
Es verdad, quien sufre sólo pide esto: no ser abandonado, sobre todo por quienes lo aman, no ser dejado solo para luchar contra el mal. Como pareja, debemos tener esta confianza plena en Jesús, abandonándonos en sus manos, ya que Él es el verdadero médico, el que nos cura y nos ayuda a superar cada dificultad, física, psicológica y espiritual.
La curación de la suegra de Pedro es para cada uno de nosotros el ejemplo de quien, sanado por Cristo, elige servirle en los demás, en su marido, en su mujer, en sus hijos, en sus hermanos, en los enfermos, en los presos, en los marginados y en la Iglesia.
𝘗𝘢𝘱𝘢 𝘍𝘳𝘢𝘯𝘤𝘪𝘴𝘤𝘰 […] El espacio exclusivo que cada uno de los cónyuges reserva a su trato solitario con Dios, no sólo permite sanar las heridas de la convivencia, sino que posibilita encontrar en el amor de Dios el sentido de la propia existencia. Necesitamos invocar cada día la acción del Espíritu para que esta libertad interior sea posible. (Amoris laetitia, 320).
(Traducido del original en italiano).
EVANGELIO
𝘊𝘶𝘳ó 𝘢 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘧𝘦𝘳𝘮𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘥𝘪𝘷𝘦𝘳𝘴𝘰𝘴 𝘮𝘢𝘭𝘦𝘴.
✠ Del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les responde: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido». Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
Palabra del Señor.